Hace unos días me invadió la nostalgia del paso del tiempo al ver una fotografía, tomada en el circuito catalán de Montmeló, de una enorme caravana de automóviles Seat 600. Hace 60 años (1957) se empezó a fabricar en Barcelona. Ya me hubiera gustado estar en esa masiva convocatoria. Porque yo, como tantos españoles, nos iniciamos en conducir vehículos de cuatro ruedas con ese legendario automóvil. No pueden imaginarse los jóvenes, conduciendo hoy automóviles superdotados técnicamente, lo que suponía poseer un Seat 600 en aquel tiempo. Lo solicité el 12 de agosto de 1960 pero había que hacerlo con humildad y paciencia. «Tardará casi un año la entrega», te decía el concesionario. El modelo normal costaba 65.000 pesetas que había que pagar al contado. Lo de elegir color, ni hablar. Dependía del que en el momento previo a la entrega se estuviese empleando. El rodaje lo hice a 50 Kilómetros por hora y era obligatorio tocar el claxon en las curvas. La Guardia Civil me puso una multa por no hacerlo en el entonces sinuoso trazado de Despeñaperros. Como «herramienta» indispensable había que llevar agua en botellas. El motor se calentaba los días calurosos. Yo me atreví (1963) a viajar en el Seat 600 hasta Hamburgo. Pero la humedad nórdica afectaba a la tapa del delco e impedía el arranque matinal Opté por el empuje manual, con ayuda extranjera. Lo tuve en Córdoba durante parte de mi servicio militar y ahora lo añoro pese a que conduzco un coche mucho mejor. Entonces lo estacionaba sin problemas en el Gran Capitán, junto a la cafetería Dunia. Qué tiempos.

* Periodista