Un clérigo a su estilo, un pintor del Sur, un militar que echaba sus propias cuentas, un cincelador de palabras y gestos y un aristócrata (duque) literato, todos cordobeses, prestan su nombre a la muestra 60 años de arte contemporáneo en Córdoba, 1953-2013 , que por sí sola se defiende (magnificar algo con superlativos tipo magna, que se lleva mucho en procesiones y muestras religiosas, no es propio del arte que tiene que romper los moldes de gradilocuencia propios de gerifaltes vanidosos). Es tendencia sana de cualquier comunidad criticar el comportamiento de los miembros que la componen y tachar de encefalograma plano tanto a sus dirigentes como a los dirigidos de ese entorno, que algunas mentes divinas tildan de espacios de sopor donde la modernidad choca con la rémora del tradicionalismo cañí. Sin embargo, hay acontecimientos que desdicen esa autoflagelación, como la exposición de arte contemporáneo en Córdoba, que se exhibe en salas con nombres de preclaros cordobeses que ya despiertan en otras galaxias de la existencia, menos Gala, único hasta para eso, ser un clásico en vida. Luis de Góngora, el clérigo poeta que se entendía con Dios y con las damas, presta su nombre a Abstracciones , allá por la calle Cabezas, donde la historia actual le ha abierto casa para que descanse su memoria. Julio Romero de Torres, el pintor por antonomasia de Córdoba, en un tiempo vituperado por su consideración de artista de coplas y soldados rasos, y devuelto al parnaso nacional por propios méritos, se torna realismo en la sala que el Círculo de la Amistad dedica a su memoria. El Gran Capitán de Montilla, que ahora echa sus cuentas en el mejor sitio posible, en Cajasur, tiene el gesto de prestarse a esta revalorización artística de Córdoba. Antonio Gala, que tuvo la oportunidad de elegir en vida el espacio de su testamento, ofrece su nombre para una novedosa plástica mestiza. Finalmente, el Duque de Rivas, que vivió en lo que ahora es sede de Vimcorsa, regala sus recovecos caseros para que la postmodernidad se exhiba en ellos. Un maridaje del arte reciente --60 años-- con el de nuestros clásicos.