El Gordo de Navidad es el 52% del voto catalán a formaciones no independentistas. A pesar de las campañas institucionales, de TV3 y del adoctrinamiento que nunca existió, todavía hay en Cataluña una mayoría de población votante que no ha sido convencida, que se ha resistido a consumir el soma milagroso del independentismo. En el mundo feliz de Puigdemont, Junqueras y Ana Gabriel, si en vez de polvorones te pujas de soma independentista, alcanzarás la plenitud de la vida. Europa se te abrirá como la raja de la falda en la canción de Estopa y las empresas catalanas no solo no se marcharán, sino que servirán de reclamo en este nuevo paraíso de romanticismo telúrico y hará que el nuevo centro del mundo comercial sea Barcelona. En la novela distópica de Huxley la gente se atiborraba de soma y era feliz. En la novela andante del independentismo, con autoría coral y en marcha, los seguidores del culto o de la secta siguen mascando soma a manos llenas, porque la independencia les traerá la felicidad. Pero luego hemos visto que la vida y el soma no siempre van cogidos de la mano, porque Europa se ha cerrado a los lamentos adolescentes de Puigdemont bajo su ventana y las empresas han cogido la dirección contraria a Barcelona. Para quienes se ponen nerviositos cuando se habla del adoctrinamiento en las escuelas catalanas, cambiemos el concepto: más que adoctrinamiento, que también, hay falsedad. Una torre de mentiras, como esos torreones misteriosos de las casas bien que aparecen en algunas novelas de Marsé, con su evocación de fiestas elitistas. El independentismo, que siempre ha sido una fiesta elitista, alcanza ahora su naturaleza perfecta antisistema. El nuevo Gobierno independentista tendrá solo un objetivo: convencer, de la forma que sea, al 52% de la población votante de su error. Con esa gente que sigue votando a Puigdemont y a Junqueras, huido uno y otro preso, acumulando mentira tras mentira y comprobadas todas, nos ha tocado la lotería.

* Escritor