"Cuando yo muera, / no quiero que busquéis mi tumba; / quiero que encontréis mi recuerdo / en las personas que he conocido".

En la madrugada del día 24 de julio de 1961, a las 0.20 horas, y en la casa número 11 de la calle Sevilla de esta ciudad, moría el presitigioso cirujado José Altolaguire Luna, a los 60 años de edad, tras tres meses desde el inicio de una enfermedad circulatoria de presentación brusca, mientras operaba en su querido Hospital de Agudos. Recuerdo como si fuese ayer su entierro, presidido por la bandera de la Hermandad de los Dolores que portaba un anciano, autoridades, compañeros, amigos y, especialmente, gente del pueblo.

Fue un hombre honesto, trabajador, amante de lo sencillo y exigente en la amistad y en la honradez. Carácter fuerte, que si a veces era explosivo, se asemejaba a tormenta en día claro, con truenos pero sin rayos que hicieran mal a nadie. No fue rencoroso ni envidioso. Muy buen esposo, padre y amigo. Sin apego al dinero, puedo decir de él que su máxima era esa frase del Mercader de Venecia que dice "bien pagado está el que satisfecho queda" y que yo, como médico, he procurado seguir.

Pido en nombre de mis hermanos y en el mío propio (todavía estamos siete de los ocho que tuvo) un recuerdo de aquellos que le conocieron y de los que hayan oído hablar de él, ya que fueron muchos miles de enfermos a los que dedicó su vida, su trabajo y su cariño. Entre los años de 1936 a 1954 fueron asistidos en sus servicios 22.273 enfermos, según un informe realizado el día 31 de diciembre de 1954 por su querido practicante Federico García Ariza.

Fue un gran creyente, no solo de su Cristo de la Buena Muerte y de la Santísima Virgen, sino también de la bondad en el corazón del ser humano.

De todo corazón doy las gracias a todos aquellos que, leyendo estas torpes líneas escritas con el cariño de un hijo, tengan un recuerdo para este gran hombre. Después de 50 años, al recordar su vida, los ojos se humedecen por la emoción que embarga mi corazón.

Joaquín Altolaguirre Obrero (médico)

Córdoba