Más de cuarenta proyectos paralizados, olvidados o descartados en Córdoba desde hace una década. Pasa con ellos como con los cajones de la mesa de despacho de Franco. Está constatado que el generalísimo solo utilizaba dos cajones de su mesa: en el de la izquierda guardaba «los problemas que el tiempo resolverá», y en el de la derecha «los problemas que el tiempo ya ha resuelto». Es de imaginar que después del trasiego quedarían otros encallados en el mar del olvido. A la vista de los cuarenta proyectos paralizados, olvidados o descartados en Córdoba después de una década, muchos de ellos, contemplados en perspectiva histórica, quizás no fueran realmente necesarios, y los que sí lo eran han sufrido la inercia irresoluble de los anteriores, quizás por mimetismo o por ósmosis directa o inversa. Un tranvía que iba a resultar carísimo, un palacio de congresos que ya ha costado la intemerata sin llegar ni a comenzarse porque los retoques y el rediseño hay que pagarlos, líneas férreas, varias autovías o tramos viarios, edificios sanitarios, los mini pisos de Lepanto, ¡un cámping de lujo!, el aeropuerto, rondas y variantes, aparcamientos robotizados, algún hotel, etc. Sin contar aquel sueño de la razón (porque razón había y teníamos) de la capitalidad cultural. Todo ha ido fluyendo, o, mejor, confluyendo en el spleen que escribiera Baudelaire, en el tedio, la tristeza, la pereza existencial, una nostalgia atenazada por una suerte de represión. La nada sartriana. Los pocos que quizás podrían haber resultado convenientes, útiles, realmente necesarios, se encontraron apresados en la inocuidad del que quien mucho abarca poco aprieta. El tren de Almorchón y algunas de las autovías, el aeropuerto, hoteles y aparcamientos, son las ideas en las que habría que haberse centrado, ya que Córdoba, destinada ahora a ser ciudad de servicios y ciudad-dormitorio de Sevilla cuando hace falta, si debiera de primar algo no sería otra cosa que las comunicaciones, el alojamiento, aquello que favorezca que cuajen de una vez, o mejoren, sus propios proyectos empresariales que comporten valor añadido. Y menos soñar castillos de naipes.

* Profesor

@ADiazVillasenor