Fiesta y reivindicación. Ese es el tono que rodea siempre la celebración del Día de Andalucía, aunque este 28-F del 2017 se perfila con una mayor carga reivindicativa, respondiendo al actual clima de tensión política y debate territorial. La conmemoración de los 37 años del referéndum y de los diez años del Estatuto de Autonomía del 2007 ha estado precedida de una declaración institucional en la que la financiación autonómica y la demanda de un equilibrio solidario de la fiscalidad entre las distintas comunidades autónomas marcan las exigencias de una Andalucía que reclama su derecho a «una voz propia en el conjunto de España» desde posiciones constructivas. Así, al tiempo que hoy la Junta de Andalucía distingue a los andaluces más destacados, expresa preocupación por un debate territorial en el que defiende una identidad que no se construye «levantando muros», y reclama el mantenimiento del amenazado Estado del Bienestar.

Andalucía hace estos días balance de lo alcanzado, y el Gobierno autonómico señala la importancia de un Estatuto de Autonomía que blinda derechos en materia de bienestar social, educación, dependencia y sanidad. Pero también pone el acento en la creciente insolidaridad territorial, que hace urgente un nuevo modelo. El domingo pasado la presidenta andaluza, Susana Díaz, y su homólogo valenciano, Ximo Puig, exigían un nuevo modelo de financiación autonómica que sea justo -Andalucía se ve perjudicada con unos ingresos por habitante inferiores a los de otras zonas de España- y que se ponga fin al ‘dumping’ fiscal con el que algunas autonomías -caso de Madrid- atraen capitales de otros territorios.

Se echa en falta más autocrítica en el mensaje institucional de la Junta. Nuestra comunidad, que arrastra desequilibrios históricos, ha vuelto a retroceder en cuanto a convergencia económica y empleo con la media española y europea. La crisis ha echado el freno a un avance que tampoco se producía al ritmo necesario, y faltan acciones de choque para impulsar la actividad empresarial y el empleo. El paro sigue siendo el gran lastre estructural de nuestra tierra, y nuestros jóvenes mejor preparados emigran como lo hicieron sus abuelos, llevándose el talento -en el que tanto dinero público se invierte- y restando posibilidades de desarrollo a su propia tierra.

Andalucía necesita mayor confianza en sí misma, y para ello es indispensable que sus gobernantes transmitan un mensaje de eficiencia y la conviertan en tierra de oportunidades. Las decisiones que se adopten este año serán claves para determinar nuestra posición en esa España que vive momentos convulsos. El objetivo «sea por Andalucía libre, España y la Humanidad» requiere mayor fortaleza interior que pueda traducirse en capacidad de influencia en los acontecimientos que nos esperan.