Los ciudadanos de Euskadi y de Galicia están convocados hoy a las urnas para renovar los parlamentos de las respectivas comunidades. En ambos casos serán las cuartas elecciones en 16 meses: a las municipales del 2015 les siguieron las legislativas de diciembre y su repetición en junio, y ahora las autonómicas. El lógico cansancio de los electores se ha acentuado por el bloqueo que desde hace nueve meses sufre la política española debido a la falta de acuerdo para la investidura de un presidente del Gobierno. La paradoja es que el resultado que salga hoy de las urnas vascas y gallegas puede contribuir a romper este prolongado y pernicioso impasse. Este 25 de septiembre aparece de esta forma como la nueva frontera, como una fecha con propiedades determinantes, que se resumen así: si los socialistas tienen malos resultados en Euskadi y Galicia, Pedro Sánchez no podrá resistir más las enormes presiones -externas y de su propio partido- para que facilite, vía abstención, la permanencia de Mariano Rajoy en la Moncloa. Esta es, al menos, la hipótesis que acaricia el líder del PP. Los resultados de hoy tendrán probablemente un efecto dominó en la política española. Quizá no es lo deseable en unas elecciones autonómicas, pero es de esperar que en todo caso el 25-S encierre el movimiento definitivo en la inacabable partida de ajedrez que disputan los grandes partidos españoles ante la mirada atónita de los ciudadanos.