«Solo espero que esa Ducati, que ahora es un auténtico cohete, le vaya bastante peor a Jorge (Lorenzo) el próximo año, de lo contrario estamos jodidos». Marc Márquez, el muchacho que con su cabeza y arrojo ha mantenido la tradición de que, en la foto de final de año, esa en la que los tres campeones del mundo posan como Jesucristo, con los brazos extendidos en la cima de la montaña dorada, haya, al menos, un piloto español (la última vez que eso no ocurrió fue en 2008: Valentino Rossi, Marco Simoncelli y Mike Di Meglio), está tan convencido, como el resto del mundo, como el resto del Mundial, como los 2.000 habitantes del 'paddock', que el duelo que viene, perdón, el pulso que prosigue, será el mismo que se produjo ayer en Valencia ante 110.050 apasionados aficionados: él, Marc Márquez, el campeón y tricampeón más joven de la historia de MotoGP, contra el prodigio mallorquín, Jorge Lorenzo, el chico que persigue los récords de Giacomo Agostini, Valentino Rossi, Ángel Nieto y Mike Hailwood, los únicos que le preceden después de lograr, ayer, su victoria nº 65.

LOS TRICAMPEONES Y EL RESTO

La escena previa a la traca final, encendida al unísono por los campeonísimos Márquez, Johann Zarco (Moto2) y Brad Binder (Moto3), fue una demostración más de que aquellos que quieren permanecer en la historia, es decir, el ya mítico Rossi, el eterno candidato Dani Pedrosa, el viejo rockero Cal Crutchlow, los siempre prometedores Andreas, Dovizioso y Iannone y el rebelde Maverick Viñales, van a tener que pasarse muchas horas en los gimnasios, estudiar miles de vídeos y rezar para que sus motos estén a la altura de los corceles de Márquez y Lorenzo.

Porque si, como muchos temen, Honda ha dejado ya de equivocarse y Ducati ha fichado a un tricampeón para asaltar el título de forma definitiva, el resto, cierto, extraordinarios, incluso ganadores, pues, en este 2016 que despedimos han ganado todos, van a convertirse en meros espectadores del mano a mano más espectacular de las últimas décadas.

FUERA DEL PODIO

Sí, sí, Rossi volvió a estar ayer en la lucha, cierto, pero acabó fuera del podio, no gana desde Montmeló y no campeona desde el 2009. Pedrosa se cayó. Como Crutchlow. Viñales, sí, sí, también, estuvo en la pomada pero no llegó. Iannone peleó contra el 'Doctor' como si le fuese el título (¡hermosa pelea, cierto!) y Dovi volvió a rendirse antes de hora, justo 15 días después de ganar tras siete años de sequía. Pero… pero ellos, los tri, Lorenzo y Márquez, convirtieron la carrera de despedida del año en pura poesía. Cada uno en su estilo, cada uno con su cartapacio, cada uno con lo que son y representan, el tricampeón que permanece y el tricampeón que viene a romper esos récords que, tal vez, el mallorquín no logre a destruir del todo.

MÁRQUEZ, EL FUTURO

Con seis años menos, Márquez (23) tiene todo un mundo por delante para ser aún mejor, más brillante y laureado que el portentoso Lorenzo (29). Y, sí, la carrera arrancó como suelen arrancar los grandes premios que gana Lorenzo, que ayer volvió a culminar su 'grand slam' particular (pole, vuelta rápida y victoria). Pero la carrera terminó como finalizan las grandes gestas, que ya son un montón, de Márquez, con riesgo, con exhibición, con adelantamientos suicidas, con interiores espectaculares y metiéndole el miedo en el cuerpo al líder. «Si el GP tiene una vuelta más, me pasa», reconoció Lorenzo. «Me ha faltado una vuelta ¡solo una!, pero Jorge ha sido fantástico y dominador durante todo el gran premio», confesó el 'nen de Cervera'.

FINAL FELIZ

Lorenzo asegura que, antes de la carrera, Márquez le daba mucho miedo. «Pero, por suerte, se produjo la salida ideal para mí: yo salgo disparado, como un tiro y él se queda clavado. Yo ruedo en tiempo récord, en vuelta rápida, en los cinco primeros giros y a él lo entretienen Rossi, Viñales, Dovizioso y Iannone. Yo me escapo y él debe recuperar», cuenta el mallorquín, que, cuando Márquez pone la directa tras desembarazarse de todos y aprovecha su neumático más duro delantero, Lorenzo ya tiene suficiente victoria para «sufrir, sí, mucho», pero también para coronarse rey de la traca final.