Los datos del CIS no dejan lugar a dudas: la confianza de los ciudadanos en sus representantes públicos se ha desplomado en los últimos años, hasta el punto de situar a la clase política entre las principales preocupaciones, solo por detrás del paro, la corrupción y la crisis. Sin duda, el escaso valor que algunos otorgan a la palabra dada no hace sino alimentar esa desafección que muchos sienten por sus políticos, hartos de palabras huecas y de promesas que se lanzan al aire a sabiendas de que jamás serán cumplidas.