Las amenazantes nubes que encapotaron el primer domingo de junio el cielo de la campiña montillana no impidieron que la romería de la Virgen de las Viñas retornara al frondoso paraje de Cañalerma, un lugar que durante el año acoge numerosos peroles familiares y que representa un verdadero atolón entre un océano de viñedos y olivos.

La barriada del Gran Capitán fue nuevamente el punto de partida para los centenares de personas que acompañaron a la pequeña imagen mariana en su recorrido por los campos de la comarca. Tras la misa romera, la colorida comitiva puso rumbo hacia Cañalerma, no sin antes realizar una primera parada en la casa cuartel de la Guardia Civil, donde varios representantes del grupo romero Virgen de las Viñas y de la hermandad del Señor en la Santa Cena y María Santísima de la Estrella llevaron a cabo una ofrenda floral ante la imagen de la Virgen del Pilar que preside la sede de la Benemérita.

Tras este sencillo acto, la comitiva se dirigió por el camino de La Zarza hacia el paraje de Cañalerma donde, reunidos en amplios grupos familiares y de amigos, los romeros se resguardaron de las altas temperaturas de la jornada en unas casetas que, desde el día anterior, aguardaban la llegada de la Señora de Las Viñas.

Tras compartir comida, baile y tertulia, la peculiar procesión tomó el camino de vuelta después de las siete de la tarde, para detenerse en la cooperativa de La Aurora, donde se celebró una entrega de premios.

Una semana antes, la iglesia de La Merced acogió el pregón de la romería, a cargo del escritor montillano José María Luque, colaborador de Diario CORDOBA.