El vino no es la base de la economía de Montilla. Dejó de serlo hace muchos años. La mayoría de los 2.000 viticultores censados por el Consejo Regulador complementan los ingresos que obtienen de la explotación de sus viñedos con otras fuentes alternativas. Solo así es posible mantener el patrimonio vitícola ya que, en muchos casos, este cultivo sobrevive por debajo del umbral de su rentabilidad. Sin embargo, nadie puede dudar de que existe una dependencia cultural que vincula a esta ciudad con sus vinos. El nombre de Montilla está indisolublemente unido al de sus caldos. Éstos forman parte de sus genes y, ciertamente, pueden considerarse como un rasgo definitorio de su personalidad. Por se hace necesario, más que nunca, redefinir acciones, optimizar esfuerzos y unir voluntades para conseguir que el vino y todo el universo que lo rodea no se pierda y se transforme en un revulsivo para la proyección de Montilla en el exterior.