El flamencólogo montillano Agustín Gómez fue el máximo protagonista de la cuadragésima edición de la Cata Flamenca, un festival organizado por el Ayuntamiento de Montilla en colaboración con la Diputación de Córdoba y la Peña El Lucero que se celebró en la noche del pasado 30 de agosto en las antiguas Bodegas Montulia, propiedad de la firma Navisa Industrial.

La apuesta, de entrada, era arriesgada. Plantar un piano de cola en un tablao por el que han pasado los máximos exponentes del flamenco más clásico suponía todo un reto para los organizadores de la Cata Flamenca. Pero mereció la pena. Vaya si la mereció.

El nieto de La Perrata, aquella cantaora utrerana que formó parte del cartel de la primera edición de este festival, demostró a los aficionados más escépticos que el piano también lanza puyazos al corazón en forma de quejíos y es capaz de estremecer el alma.

La granadina Marina Heredia fue la encargada de arropar con esa voz joven y legendaria a la vez el rasgueo penetrante que David Peña Dorantes sabe imprimir a su teclado, en perfecta comunión con el portentoso compás de Javier Ruibal hijo, un puntal definitivo para una actuación redonda. Dorantes, Marina y Ruibal pusieron en suerte una sesión de jazz flamenco que eleva en varios peldaños el nivel de un certamen por el que han pasado primeras figuras del cante y del baile como Antonio Mairena, Enrique Morente, El Lebrijano, Antonio el Bailarín, Fosforito, Camarón de la Isla o Paco de Lucía.

"El cartel ha sido arriesgado pero el resultado ha merecido la pena", reconoció el presidente de El Lucero, Salvador Córdoba, quien se mostró "especialmente satisfecho" por el gran número de jóvenes que llenaron Bodegas Navisa.

Con el poeta Antonio Varo Baena como maestro de ceremonias, el tablao fue arropando al gaditano David Palomar; al montillano Antonio José Mejías; a la bailaora Alba Luna y a Rocío Márquez, que hizo gala de una entrega sin límites. Una delicia para los sentidos.

El público aguardaba con expectación el fin de fiesta, a cargo de Miguel Flores Quirós, Capullo de Jerez, que no supo estar a la altura, decepcionando a propios y extraños. Pero otra vez será. O no.