Llegan al calendario las fiestas de Navidad y Reyes, como siempre con una carga de emotividad que nos remonta a las más antiguas tradiciones cristianas. Son días para recordar el Nacimiento de Jesucristo, de asistir a los diferentes eventos que se ofrecen con este motivo. Además, son días para reunirse con los familiares y amigos y en los que recobrar unas horas de sosiego y tranquilidad que a veces se echan de menos en el trajín a que nos somete la vida diaria. Se reúnen en torno a una mesa personas que a veces están lejos, aunque siempre cercanos en el corazón, y este último nos hace rememorar unas reuniones de antaño en las que contábamos con la presencia de seres queridos que, por desgracia, ya no se encuentran entre nosotros.

Todo ello forma parte de una postal navideña en la que tampoco faltan los regalos, imprescindibles en el caso de los más pequeños. Mas dicha postal quedaría incompleta sin acordarnos de los necesitados, aquellos que carecen de lo más preciso y a quienes debemos ayudar a ser felices también en Navidad, no solo con bienes materiales, sino también con nuestro apoyo, afecto y comprensión. Esta debe ser, si cabe más que nunca, una Navidad solidaria.