Sucedió en Navarra. Se comportaron como una jauría de fieras; como un grupo de canallas que ignoran el respeto y la compasión; como unos animales que sólo ven en la otra persona, un objeto donde satisfacer sus instintos más primarios. Posiblemente estarían bebidos; pero eso ni les excusa ni les exculpa. Sabedores de su superioridad en fuerza y número, se crecieron como se crecen todos los cobardes cuando actúan en grupo frente a una víctima inerme. Y después lo negarían todo. Carecen de la mínima gallardía exigible a los hombres, de asumir sus acciones y hacerse responsables de sus actos. Sucedió en Navarra. Pero a diferencia de otros hechos también allí sucedidos que nos provocan similar repugnancia, las víctimas de esta manada no contaron con el apoyo ni la solidaridad de casi nadie. Al contrario: quienes han sido animados, jaleados e incluso justificados desde poderosas instituciones han sido los agresores. Es la diferencia que hay en España entre ser víctima de una u otra manada... en Alsasua o en Pamplona.