A la charpa de desayunos y cañas se nos ha ocurrido nombrar Premio Cervantes a uno de los nuestros. Es un tío que nos cae bien; además ha publicado como una docena de Cartas al Director en los periódicos locales en las que se refiere, no ya a chorradas ni pamplinas como las que aparecen demasiadas en ese espacio, sino cosillas de cierta profundidad e ironía parecidas, salvando las distancias a las del insigne autor de El Quijote y otras muchas obras cortas pero encantadoras.

Si las autoridades irresponsables en la materia nos acosan, denuncian o amenazan, nos refugiaremos en la República Independiente de El Morche, o en la República Independiente del Barrio del Naranjo, que nos pilla más cerca y el IPC está más bajo. En cualquiera de ellas nos recibirán con los brazos abiertos porque no somos presuntos delincuentes como otros que sí lo son y desprenden un tufillo fascistoide que ya ha percibido, incluso el político llamado Iglesias y apodado El Coleta.

Esos individuos liderados por un gachó llamado Puch Dement, o algo así, hacen un referéndum sin listado de votantes, sin distribución por colegios o mesas, sin interventores, permitiendo que cada borrego vote donde quiera (algunos han votado en 4 o 5 mesas), alardean de un triunfo clamoroso, declaran dubitativamente la DUI, que suena a preservativo femenino, se largan a Bélgica, donde amparan a terroristas y, desde allí, siguen con su matraca. ¿De donde sacan la pasta que esto cuesta? Nosotros, más inofensivos que una papa cocía, nombraremos al próximo Premio Cervantes. Y, ya puestos:

¿Cuándo vamos a saber los cordobeses quién fue Juárez y que puñetas pone la lápida ilegible en la peana de la cruz?... ¡Cuna de la Cultura!