Manada, según el diccionario, «es un conjunto de animales de la misma especie que andan reunidos». Muchas especies de animales, por ejemplo los lobos, utilizan esa «asociación» con la función exclusiva de la caza, así se dice que, «cazan en manada». La Manada es como se autodenomina (el nombre es de ellos, no se lo ha puesto nadie), un grupo de cinco individuos sevillanos que están siendo juzgados como presuntos autores de la violación de una chica de 18 años en los sanfermines de 2016. Que esta manada tenía como función exclusiva la de cazar, en este caso violar, parece que no cabe duda alguna, a la vista de los whatsapps que mandaban a los colegas. «Llevamos burundanga para las violaciones», decían, entre otras lindezas, estos angelitos en los días previos al viaje a San Fermín. Pero el juez no ha admitido como prueba esos «edificantes» mensajes. Sin embargo su señoría si ha admitido, sin ninguna pega, el informe de un detective contratado por La Manada, según el cual la chica salía con amigas dos meses después de la violación. ¿Qué tendría que haber hecho la chica después de la violación, meterse en un convento y arrastrar una depresión de por vida, para que el juez tuviera motivos suficientes para condenar a esta escoria de Manada?