Ya la Iglesia católica tuvo que quitar del Padre Nuestro el «perdona nuestras deudas» porque, claro, quería cobrar los créditos que concedían sus entidades financieras. Usura condenada por ella misma, en otros tiempos. ¡En fin! Ahora cambia el Catecismo, para condenar la pena de muerte. Ya era hora. ¡Con las muertes que tiene a sus espaldas! Viene a mi mente aquella frase del clérigo Arnaldo Amalric, en la cruzada albigense: «Matadlos a todos, que ya Dios reconocerá a los suyos». Al día de hoy, la Iglesia sigue sin reconocer la declaración universal de derechos humanos. Y por supuesto, faltaría más, sigue condenando al fuego eterno. ¡Pura contradicción! Razón o fe. Evidencia o creencia.