Pasando por una zona peatonal de Barcelona fui testigo de un acto que me dejó perpleja y llena de rabia: un viejecito caminaba apoyado en su bastón, un grupo de chavales de no más de 16 años se acercó por detrás, le dieron un golpe en el bastón, con la consecuente caída del pobre anciano. Este acto, uno de tantos, es un indicador del refinamiento vandálico donde ha llegado nuestra sociedad. Es urgente aplicar el mismo refinamiento en las sanciones. ¡Unas simples multas disuasorias no sirven para nada! Sugeriría a los que tienen la justicia en su mano grabar tatuajes humillantes y delatores en la frente de los gamberros.