Don José Cruz Conde ha dejado algo mejor que dar nombre a una calle. Algo más duradero que el mármol y que ningún ayuntamiento podrá escamotear a nuestra vista.

Dejó una excelente reordenación urbana tras el laberinto de calles alrededor de la pequeña plaza, germen de la actual Tendillas.

Cuando los actuales ediles sean segados por la guadaña del tiempo y de ellos nadie se acuerde y estén aventados como pajas cueras, aquella remodelación urbana seguirá existiendo y estará como estatua.

Nuevas generaciones cordobesas surgirán alrededor de río y sierra, mirarán con admiración las Tendillas y la calle Cruz Conde y se postrarán. El tiempo, incapaz de destruir su imagen, intentará cubrirla bajo niebla legendaria y la historia de don José Cruz Conde de su paso por Córdoba hará finalmente mito.

Pasará un siglo y un ingenioso catedrático de instituto en su instructiva clase demostrará incontestablemente que don José Cruz Conde era como aquel Titán que robó la luz a los dioses y que por ese delito fue aherrojado en roca solitaria en medio del mar y entregado al odio de los buitres.

<b>José Javier Rodríguez Alcaide</b>

Córdoba