Por fin te hemos encontrado hijo mío, después de tantos días, «¡Te quiero mamá!, ¡te quiero papá! Os he echado mucho de menos». «¡Sí, mi vida! mi Pescaíto. ¿Pero qué te ha pasado? ¿Dónde has estado tantos días?». «¿Cuántos días, mamá?». «11 días, hijo mío». «¿11 días?». «Sí, Pescaíto, desde que saliste de casa de la abuelita Carmen para ir a casa de tus primos a jugar con ellos». «¡Mamá!, ¡papá! Os tengo que confesar algo. Ya sabéis que, desde siempre me ha gustado el mar y fue ese día cuando encontré mi oportunidad, y en lugar de ir con mis primos a jugar, me fui a la playa de Las Negras. Fue mi primer lance. Ya lo había planeado, había escondiendo unas gafas de buzo entre matorrales de esparto. No necesitaba nada más».

«Me faltaba poco para llegar a la Playa de las Negras, hábitat de multitud de especies de gran riqueza biológica en la zona, que ya había visitado con vosotros, papa y mama. Allí donde me invitabais a contemplar praderas de fanerógamas marinas. La limpieza del agua con la presencia de coral anaranjado y de nacras. Para mí, queridos papas, ya estaba soñando con algo que no se cumpliría jamás. Vi la arena, muy cerca el oleaje, ¡que bonitas las orugas de mar!, ¡la azucena marina! Y a lo lejos las gaviotas y el delfín jugar. En los charcos junto a la costa los flamencos, el pato cuchara y el tarro blanco, el porrón europeo, la garza real, la gaviota pitamarilla, el martín pescador, el jilguero, el verderón, el ruiseñor, el petirrojo y el halcón peregrino. Todo me lo enseñásteis vosotros. Me puse mis gafas de buzo y me zambullí en el mar, quería explorar el fondo vegetal marino, esa extensa pradera de Posidonia Oceánica, el coral madrépora mediterránea, la gorgonia blanca, la lapa negra, las porcelanas, la esponja marina. Las algas; seta de mar, gitanilla, lechuga de mar. Los crustáceos; la gamba roja, la bellota de mar, el cangrejo moruno, el cangrejo corredor, la cigarra de mar. Los equinodermos; la estrella de mar, el erizo de púa larga, y un poco más abajo los peces; la raya alba, el pez espada, el pez ballesta, el pez gallo, el tiburón peregrino, la castañuela, el sargo picudo, la mojarra, el falso abadejo, el mero, el atún, el gallito, el salmonete de roca, la morena, la babosa de banda oscura, la pintarroja... ¡Papá!, ¡mamá! Qué espectáculo, era grandioso tener ante mis ojos aquella riqueza biológica. Se estaba cumpliendo mi sueño de ser biólogo del mar. De pronto empecé a notar que me faltaba el oxígeno y me empezaba a asfixiar, y sin dejar de nadar, una luz blanca me guiaba hacia el cielo, ¡mi papá! y ¡mi mamá! Siempre en mi pensamiento. No os preocupéis. ¡Ahora soy yo el que os protejo desde el cielo!».