El Quijote, novela simbólica versus crítica de los libros de caballería.

El Quijote ha sido objeto de un sinfín de interpretaciones a lo largo de los siglos, encontrándose en él toda suerte de mensajes. Pero será a partir del siglo XIX cuándo las interpretaciones se multiplicarán, hasta el punto de encontrarse en el mismo toda suerte de mensajes. Ante esta pluralidad de interpretaciones hay quién lo atribuye, como Ortega y Gasset, a la misma ambigüedad de la magna obra, llevándole a decir de ella: «No existe libro alguno en que hallemos menos indicios para su propia interpretación». Sea como fuere, lo cierto es que para los llamados «simbolistas», El Quijote está lleno de alegorías cuyo mensaje hay que descifrar. De aquí que se le haya interpretado en claves de: autobiografía del propio Cervantes, de historia de España, de la política española de la época, sobre su estructura social y conflictos, modo de ser de los españoles, filosófica y religiosa. Y demás, porque las hay de las más variopintas. Frente a éstos se sitúan los llamados «literalistas», para quiénes el Quijote es ante todo una censura de los libros de caballería al objeto de acabar con los mismos. Fundamentándose en la propia confesión que Cervantes hace en el prólogo del libro y en su capítulo final: «No ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historia de los libros de caballería». En síntesis, para los seguidores de esta interpretación, El Quijote es en su propósito una parodia jocosa de los libros de caballería.

No cabe por nuestra parte pretender entrar en debate alguno al respecto, quede ello para los eruditos en la materia. Pero sí, para terminar, declarar que desde nuestra condición de mero lector de la universal obra, e interesado en las interpretaciones de la misma; nos encontramos más cerca de aquellos que sostienen que El Quijote simboliza valores universales de justicia, libertad y solidaridad, que lo convierten en patrimonio de la Humanidad que de los meramente literalistas.