Como han analizado los especialistas, la consulta de Pablo Iglesias sobre su continuidad en el cargo no respeta el anonimato del voto, por lo que es antidemocrática, ilegítima, nula de pleno derecho, como debe declarar, aunque sea en última instancia, la Justicia. Los militantes de Podemos han sido una vez más engañados por su jefe, que sabrá quién ha votado y qué opción ha escogido. Y ya sabemos cómo ha liquidado en un tiempo increíblemente corto a quienes le han reprochado sus incoherencias, con la cantinela de que así le hacen el juego a la derecha. Baste recordar cómo aprovechó el verano para instaurar un reglamento distinto del aprobado en Vista Alegre II y cómo descabezó a la Comisión de Garantías que lo denunció. Estamos, pues, ante la que quizá la última oportunidad real de ser fieles al ideario de Podemos o a un caudillo que, con sus increíbles bandazos ideológicos -del comunismo a la socialdemocracia y viceversa-- y por sus actos -como este chalet-- parece teledirigido, por convencimiento o teledirigido por chantaje, a destruir toda posibilidad de un gobierno de izquierdas.