«En la mesa y en el juego, se conoce al caballero», me repetían de pequeño machaconamente en mi casa. Y así es. Porque entre el aparentar y el ser de muchos, puede haber dos mundos incompatibles, que dan la cara con total seguridad, en la mesa y en el juego. Si compráramos a algunos por lo que realmente son, y después lo vendiéramos por lo que ellos «intentan» aparentar que son; nos pondríamos inmensamente ricos. Está uno cansado de ver gente arregladísima tomando café con el dedo meñique desplegado en modo de antena receptora, la cucharilla dentro de la taza que no sé cómo no se saltan un ojo, ensalivándose los dedos para pasar la hoja del periódico, etc. No hace falta ni llegar a la mesa. Pero como estamos en feria, acabo de ver a unas muchachas monísimas, arregladísimas, en un coche de caballos aristocrático; vamos, que ni la duquesa de Alba en sus mejores tiempos. Pero iban comiendo chicle en «modo» cocodrilo, y eso, las despeñaba del aparentar, al ser. Miles de euros puestos encima y tirados a la basura de golpe, por un simple chicle de pocos céntimos. ¡De pena, pero la cruda realidad!