Terminaba la década de los años 40. Alrededor de 6 años. Practicaba con interés y asiduidad una treta que consistía en estar atento a un viejo barreño de hojalata siempre lleno de agua situado por mi madre en un rincón del patio. Con paciencia gatuna estaba al acecho de alguna avispa que en su revoloteo cayera al agua y terminara ahogándose. Con cuidado, la situaba al sol sobre un papel de estraza y con mimo cogía un puñado de arena con la que a la avispa daba sepultura. Al cabo de poco tiempo, con ilusión y renovado entusiasmo por la repetición del milagro observaba que de entre aquellos centímetros de tibia arena, emergían las delicadas patitas de la avispa removiendo su lápida mortuoria y casi siempre se producía el milagro de la resurrección, volviendo a la vida.

Los últimos acontecimientos que se están produciendo en torno al Yacimiento de Ategua se podrían comparar, metafóricamente, con los ciclos de quietud similares a aquélla paciente espera a que aquel niño estaba sujeto durante la hibernación de la avispa bajo el montoncito de arena. Esos acontecimientos hacen concebir a nuestra Asociación Cultural que al fin vamos a observar algo incrédulos, que los tesoros que Ategua guarda bajo sus montículos de tierra, arañarán la superficie y, al igual que la avispa, volverán a la vida para el disfrute del universo cultural. La Junta, Diputación, Ayuntamiento y especialmente la Subdelegación del Gobierno tienen en su mano el sol, el montoncito de arena y la financiación para que Ategua resucite. Las gestiones que se están llevando a cabo para la cesión del Silo de Santa Cruz y ciertos movimientos positivos al amparo del convenio firmado tiempo atrás empezarán a dar sus frutos. Pero si de nuevo Ategua entra en la noche del olvido, a lo que la asociación está acostumbrada, seguiremos con el mismo interés y asiduidad a estar atentos al viejo barreño de hojalata para volver a insistir en el milagro final de la resurrección y recuperación del yacimiento.