Como si fuera una banderilla negra o explosiva, usadas en las corridas de toros para castigar al toro, o la técnica ilegal del sacacorchos o el mete-saca de los picadores que provoca grandes lesiones y hemorragias como una impericia con el estoque, como lo son el 80% de las que ejecutan los profesionales del toreo o un deficiente apuntillado final que provoca agonía y sufrimiento del toro, el que realizan los amantes del toro, así ha sentado al mundo homónimo cordobés el que algunas formaciones políticas de la ciudad se posicionen en contra del título de Hijo Predilecto a Manolete.

Algunos, apoyados por políticos y formaciones políticas afines con afición a los toros, poseídos por la única verdad en estos temas e investidos de toda falta de empatía y argumentos sobre el bienestar animal se erigen, como triunfos, en los únicos y verdaderos amantes de Córdoba. Sentencian entonces: «Están en contra de todo lo que huele a España» o «estar contra el nombramiento es no amar a Córdoba». Se han preguntado acaso ¿a qué huele España?, ¿qué es amar a Córdoba? Somos un pueblo y una ciudad moderna, del siglo XXI, con una Historia milenaria de la que sentirnos orgullosos. Somos una pluralidad de pensamientos, ideas y actos, unos mejores que otros. Los tiempos de la imposición por parte del sector de poder y minoritario de culturas, de religión o de formas de familia o de cómo afrontar la vida que se nos ofrece en la ciudad ha cambiado y, como lo ha hecho, tiene que ser a mejor sin duda.

Pues, España huele hace tiempo a corrupción de políticos, a evasores de impuestos muchos dedicados al mundo de la fiesta y el espectáculo, a falsos patriotas que solo quieren la confrontación y la violencia, a personas en paro desesperadas y desahuciadas, a un Gobierno que roba a sus propios gobernados.

Pues, amar a Córdoba es pasear y disfrutar de sus rincones, pagar los impuestos que nos corresponden para que a todas nos llegue eso que llaman Estado del bienestar, aportar ideas y querer que la ciudad sea sostenible, sin contaminación que afecte nuestra salud, sin violencias de ningún tipo; de libertad entendida, no para realizar actos de crueldad con animales.

Amar, en definitiva, una ciudad de Ciencia. Conciencia. Convivencia. Y justa.

Rafael A. Luna Murillo, veterinario y simpatizante de EQUO

Córdoba