Desde pequeñitos, en el cole, los niños se agrupan con sus iguales, en el recreo se hacen dos equipos: el equipo de las estrellas, ese equipo plagado de fenómenos que ganarán fácilmente a los otros, y el equipo de “pataletos”, sin una técnica depurada, pero no por ello menos guerreros, que estarán dispuestos a darlo todo por ganar, hasta que, gracias a su trabajo, el equipo de los fenómenos les pida formar parte de ellos.

Con esta descripción vemos que los niños quieren formar parte de aquellos grupos donde son aceptados, ellos quieren sentirse importantes, que tienen peso a la hora de jugar, de tirar un penalti o incluso la tranquilidad de que si fallan será otro más y que no recaerán todas las culpas sobre éstos.

Lo mejor para los chavales

Pero desde el punto de vista de su progresión futbolística o simplemente humana ¿qué es lo mejor? Planteemos 3 situaciones:

- El futbolista es el mejor con mucha diferencia. El jugador se sentirá imprescindible, el centro del mundo, con ningún esfuerzo entrará en convocatoria, su margen de mejora se reducirá, por tanto, solo a los días de competición. Además, podrá acostumbrase al halago fácil, se puede estar precipitando hacia el ego.

- El futbolista está en un equipo muy nivelado. Cada día, cada entrenamiento será un reto para él. Sabrá que solo con su esfuerzo continuo puede asegurarse jugar, la semana que no lo haga de inicio tendrá un solo objetivo: mejorar. Este deportista aprenderá cada día, cuando llegue la competición estará más preparado porque lo hace a diario.

- El futbolista es muy inferior a sus compañeros. O el niño tiene una autoestima alta o sus compañeros pueden desplazarlo. Si es objetivo, observará tanta distancia entre lo que puede dar y lo que se le requiere que posiblemente se desmotivará y no querrá seguir jugando o al menos compitiendo.

Competir y disfrutar

Con esto podemos sacar la conclusión de que las diferentes divisiones no están hechas por fruto del azar, sino con la idea de que en el fútbol haya cabida para el mayor número de niños posibles y que los equipos sean similares. Es importante que su hijo compita día a día, que sienta y experimente su mejora, que tenga objetivos palpables, por tanto, su hijo siempre debe ser uno más. Él tiene derecho a valorar, trabajar y ganar su propia felicidad.

El niño no aprecia tanto el hecho de estar en un gran equipo, pero sí puede sentir que su equipo es muy grande. Piense que juega su hijo, no usted.