MARJAYÚN (LÍBANO) / Enviado especial

Los tiempos en Líbano llevan otra cadencia. Es como si la posibilidad de un conflicto, siempre latente a poco más de medio centenar de kilómetros de la golpeada Damasco o a 160 de la simbólica y codiciada Jerusalén, entre asentamientos de refugiados sirios, a los pies del Golán y a tiro de piedra de Israel, hiciera apreciar tanto las horas, que cualquier plan de futuro pasara a un segundo plano en el día a día. El libanés es contradictoriamente conservador. Si no perteneces a su complejo mundo, desconfía, pero una vez traspasado el muro que nos separa es fiel y agradecido, y se aprecia en todas las actividades que comparte con las tropas españolas bajo bandera de Naciones Unidas.

EL VIAL DE LA VICTORIA El merendero de Kafer Chouba, un pueblo de mayoría suní cercano a la base Miguel de Cervantes, no lleva pues el ritmo de trabajo esperado, pero tampoco sorprende mucho dada la experiencia. Lo importante es acabarlo y que muy pronto los niños puedan jugar y aprender en un centro de educación vial muy parecido al que hay en la avenida de La Victoria, del que han tomado el ejemplo, mientras que sus padres disfrutan de las vistas del valle con el corredor cristiano al fondo. Y es que la última misión española de Naciones Unidas para el Líbano (Unifil) ha puesto hincapié en la seguridad vial.

Con poco más de cuatro millones de habitantes y una extensión similar a la de Asturias, Líbano acumula tasas de mortalidad ligadas al tráfico superiores a las españolas: más de 1.000 fallecidos según datos facilitados por la embajada española. La nula cultura vial no solo se constata en estas cifras tan aplastantes, sino en la tensión diaria que acumulan los cascos azules en los trayectos por carreteras comarcales mal señalizadas.

El capitán Moreno dirige una sección clave para la misión, la unidad cívico-militar (Ucimic). La Brigada Guzmán el Bueno X de Cerro Muriano ha puesto en marcha en su cuarta rotación, vigésimo segunda de España en El País de los Cedros , el Plan Duque de Ahumada. Es el proyecto estrella del curso inaugurado por la Brilib XXII. La Guardia Civil da clases de educación vial con material de una oenegé local, Beirut Kun Hadj, para concienciar a los jóvenes con anuncios inspirados en la DGT española.

La última semana de misión, el instituto armado ha estado más pendiente de los trámites del repliegue a España y el teniente Millán, miembro del equipo junto a otros siete militares cordobeses, se ha estrenado en el colegio público de Kafer Chouba. 70 niños de uniforme inmaculado, de exquisita educación, atentos y curiosos. "Es de los trabajos más gratificantes", comenta. Los niños aprenden a andar por las carreteras, a respetar las señales de tráfico, "pero, sobre todo, a concienciar a sus mayores de la importancia de la precaución al volante". Es 100% pedagogía.

Hay 53 pueblos en el área de responsabilidad española. Todos salpicados en apenas 380 kilómetros cuadrados --la provincia de Córdoba tiene 13.550-- y con poco más de 80.000 habitantes. Las carreteras recuerdan a las comarcales de finales de los ochenta, retorcidas, mal iluminadas y mal señalizadas. En Líbano, la luz estatal funciona hasta las seis de la tarde, después, el alumbrado depende de cada pueblo, de cada habitante, de ahí la importancia de los generadores que entrega Unifil en sus proyectos de impacto rápido (también alumbrado por paneles solares, bombas de agua...). En esta rotación se han ejecutado catorce actuaciones y tres, entre ellas el parque vial de Kafer Chouba, se quedarán en marcha para su finalización por parte de las tropas acorazadas de la Brigada Guadarrama XII de El Goloso.

"Los siguientes evalúan los proyectos de contingentes anteriores para comprobar que siguen con un adecuado mantenimiento. De momento, salvo contadas excepciones --hay un campo de fútbol en la carretera a la base con el césped tan alto como un maizal--, cumplen con los compromisos", explica el capitán.

La Brigada española busca a los contratistas locales y comparte gastos al 50% con los alcaldes, una suerte de mecenas que ejercen una autoridad más tribal que política. En este lado del mundo, las fronteras, regiones, ciudades... se diluyen en comunidades chiíes, suníes, drusas, maronitas, ortodoxas... Sin embargo, la convivencia es posible y solo facciones radicales perturban esporádicamente un día a día marcado por los trabajos incesantes de los camiones de arena, las obras de casas y más casas sin acabar --dicen que para no pagar impuestos de finalización-- o una incipiente agricultura impulsada por los emigrantes sirios. "Son los más preparados de toda la región", señala el conductor del Aníbal, el cabo mayor Lucena, que nos traslada de aquí para allá. "Además, aquí el grado de delincuencia es cero", insiste.

Inaam Aybout vive en Deir Mimas (San Mamés). En marzo le regaló unos patucos, un jersey y una muñeca a la hija del cabo Francisco Javier Soria, fallecido en enero en el puesto fronterizo de Ghajar. Lleva cuatro años estudiando español y lo habla casi perfecto. Su pueblo podría estar situado a medio camino entre Fuente Tójar y Almedinilla, en plena Subbética. El paisaje es un calco. "Las aceitunas son famosas --explica resuelta--, tenemos una cooperativa de aceite que ganó un premio internacional y tres almazaras". Te sientes como en casa y no solo por el agua de rosas que ofrece orgullosa a sus amigos y profesores españoles del Programa Cervantes.

Deir Mimas es un ejemplo de los pueblos que rodean la base. No llega a mil habitantes y tiene cinco iglesias, dos abadías y un antiguo castillo templario no demasiado lejos, en lo alto de una cresta que protege el corredor cristiano y divisa el río Litani: Khirbe, Kleyaa (donde se ofició una misa en recuerdo del cabo malagueño), Marjayún, Blat... "El castillo lo están reconstruyendo países árabes y fue cuartel general de los israelíes", explica el brigada Calero. Ahora ondea una bandera de Hezbolá. Al otro lado del valle, Khiam, un bastión chií en la guerra del 2006.

UNA SALIDA LABORAL El Programa Cervantes aglutina a 323 alumnos en 27 clases. En la de Deir Mimas hay cuatro, una de ellas Inaam, cristiana, y también una niña rubia pizpireta a la que le hablan en español desde que nació hace tres años. En otra casa de más arriba, frente al Ayuntamiento, aguardan otros cinco niños. En verano serán muchos más cuando lleguen en vacaciones, sobre todo, procedentes de la capital Beirut. "No solo aprenden un idioma, sino que a través del lenguaje consigues informarles de los peligros que se pueden encontrar: tráfico, artefactos, higiene...", explica el capitán Candelario, de Lopera (Jaén), que ocupa su escaso tiempo libre en dar clases de español. Hay dos niveles, un día a la semana, una hora y media de conversación y amistad. La de esta última semana de despedida --hubo lágrimas en los niños-- fue especial. El capitán español les regaló un balón del Barça donado por el exjugador cordobés Miguel Reina con las firmas de los jugadores azulgranas. Aparte de conocer un idioma que se abre paso entre la población libanesa a pasos agigantados --en el próximo curso habrá un programa piloto de español entre los escolares libaneses--, su conocimiento les abre la posibilidad de trabajar en la base, donde ya lo hacen 175 trabajadores locales, de 6 de la mañana a 12 de la noche por unos 800-1.000 euros al mes. Uno de ellos, pasados los cincuenta, estaba en clase y jugueteaba con el idioma con su amiga Inaam. "¿Quién sabe? Si seguimos aquí muchos años más, tal vez esta niña --señalando a la pequeña--, acabe trabajando de traductora con nosotros", resume el conductor, mientras tuerce la mirada al castillo templario.