Venezuela es un volcán a punto de entrar en erupción que amenaza con esparcir su lava despiadada. Las elecciones constituyentes que pretenden dar la vuelta al orden jurídico como un calcetín se realizaban ayer en medio de una disputa cuya intensidad crecía con el correr de las horas. A medida que giraban las agujas del reloj aumentaba la zozobra. La agencia Efe informó de al menos cinco muertos, entre ellos un candidato a la Asamblea Constituyente y varios jóvenes manifestantes, que se produjeron en las localidades de Mérida, Chiguará, Barquisimeto y Cumaná. Todos fallecieron a causa de disparos. El diario El Nacional, cercano a la oposición, elevó la cifra a al menos 11 muertos.

El Gobierno llamó a la población a votar temprano. La coalición opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) se dispuso impedirlo ocupando el espacio público y enfrentándose con la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). El presidente Nicolás Maduro madrugó para ser el primero en votar. Como era de suponer, el chavismo exaltó el «entusiasmo popular». La MUD, en cambio, habló de «centros vacíos» en los que había más militares que personas dispuestas a participar y aseguró que había votado solo el 7% del censo electoral.

«Esto es una elección interna del chavismo, un fraude institucional. No pudieron abrir muchos centros de votación. La gente se lo ha impedido», dijo el diputado Stalin González. «Meten a los venezolanos en buses, les pagan con bolsas de comida o les empujan los paramilitares», denunció otro opositor, Wiston Flores, quien llamó «Tibi show» a las informaciones oficiales, en alusión a Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral. Según Lucena, los comicios se desarrollaron normalmente salvo «algún foco de problemas».

Los venezolanos fueron convocados a escoger a los 537 asambleístas. De no cambiar los planes, deberían reunirse en la sede de la Asamblea Nacional que hegemoniza la MUD: 364 candidatos representan a distintos sectores sociales (obreros, empresarios, campesinos, jóvenes, discapacitados, intelectuales), mientras que los otros 173 provienen de los territorios en los que se organiza el país.

Algunos analistas coinciden en que si el chavismo no reúne más de siete millones de votos, sobre un padrón de casi 20 millones, la legitimidad de su proyecto de refundación del país se hará añicos. Una encuesta de Datanálisis divulgada el sábado por la noche aseguraba que el 72% de los consultados rechaza la reforma de la Carta Magna.

Si esto no resultara cierto y las urnas dijeran lo contrario, nada cambiaría en Venezuela, entre otras cosas porque la MUD no reconocerá los resultados. La fragmentada oposición que forma esta coalición, así como los grupos más radicales que se le vuelven incontrolables y se presentan en la primera línea de choque, ya se están preparando para «el día después». Sus portavoces insisten en que «la lucha verdadera» empieza hoy.

NEGOCIACIONES FALLIDAS / Maduro confirmó lo que ya se sabía a través del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero: pese a la retórica beligerante de una y otra parte, hubo negociaciones para evitar que el conflicto escale a un nivel de difícil retorno. El sábado, Zapatero pidió «nuevos gestos» especialmente al chavismo y un mayor compromiso a la MUD. Maduro se enojó con la carta pública del mediador. «Estuvimos a punto de llegar a un acuerdo», dijo Maduro, quien no disimuló su fastidio con el mensaje de Zapatero.

Con «esfuerzo de flexibilidad», dijo el expresidente español, se podría llegar a buen puerto. Las «cuestiones a definir» son: fijar un cronograma electoral «con fechas precisas» para elecciones a las alcaldías y presidenciales, liberar a los presos, poner fin al desacato de la Asamblea Nacional, «fijar nuevas reglas y garantías» para que la Asamblea Constituyente «se comprometa de forma inequívoca con el respeto a los principios de la república, a los poderes constitucionales y al sufragio universal como fuente exclusiva de legitimación del poder». También instó a «asumir el compromiso de compartir la aprobación inmediata de medidas económicas y sociales».

El pesimismo reina en una Caracas donde unos y otros se autoexcluyen mutuamente. Luis Vicente León, de Datanálisis, sostiene que, en estas circunstancias de polarización completa, «es imposible» concretar un pacto social.