Quien se convertirá en el próximo presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, es considerado por el Gobierno español un amigo de España y del jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, con quien ha hecho frente común en la UE en los últimos años en muy diversos ámbitos.

Tusk era un nombre que se barajaba desde hace tiempo como posible presidente del Consejo Europeo y hoy los líderes de los Veintiocho le han dado en Bruselas su aval para que sea el sucesor de Herman Van Rompuy a partir del próximo 1 de diciembre.

Poco antes de la cumbre en la que los líderes comunitarios han hecho su elección, Rajoy, a su llegada a Bruselas, era preguntado por los periodistas si apoyaba al primer ministro polaco para el puesto de presidente del Consejo.

Aunque en el Ejecutivo español se daba ya de antemano casi por hecho su nombramiento, Rajoy optó en ese momento por la prudencia y declaró que no debía decir antes de la reunión a quién apoyaba.

Pero adelantándose a los acontecimientos, sí quiso dejar clara la excelente relación que mantiene con él y, como prueba de ello, los intercambios de visitas que ambos han realizado a sus respectivos países y, especialmente, sus dos desplazamientos a la ciudad natal del futuro presidente del Consejo: Gdansk.

La segunda de ellas fue el pasado mes de junio con ocasión de la X cumbre bilateral, y la primera dos años atrás, cuando estuvo presente, junto a los entonces príncipes y hoy reyes Felipe y Letizia, en el partido de fútbol con el que la selección española abrió contra Italia su participación en la Eurocopa que acabaría conquistando.

Tusk llegó a la presidencia del Gobierno polaco en 2007, cuando el Ejecutivo español estaba encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero y ambos encabezaron con buena sintonía, a pesar de formar parte de familias políticas distintas, tres cumbres bilaterales.

Los intereses comunes de dos países con parecida dimensión geográfica y demográfica como España y Polonia en el marco de la Unión Europea contribuyeron y han seguido contribuyendo a esa colaboración especial, y Tusk ha considerado España como un espejo de lo que debía hacer su país con los fondos comunitarios.

Si la relación de Tusk con Zapatero era buena, la proximidad ideológica con Rajoy y el buen entendimiento personal entre ambos desde el primer momento, según fuentes del Gobierno, ha hecho que en los últimos años la cooperación se haya intensificado y, de forma especial, en sus demandas a la Unión Europea.

Uno de los últimos ejemplos fue el escrito conjunto firmado este año por Rajoy y Tusk (al que se sumó el primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho) exigiendo a la UE dar pasos decididos por un mercado único de la energía que incluya mejores interconexiones como las de la península Ibérica con el resto de Europa.

Se trata de una apuesta que cobra especial relevancia en un momento de tensión entre Rusia y Ucrania, con el consiguiente riesgo de corte del suministro del gas ruso que llega a la Unión Europea.

Es evidente que la designación de Tusk como presidente del Consejo ha sido adoptada teniendo en cuenta la situación actual ruso-ucraniana, con el objetivo de dar peso específico a un representante de un país del Este como Polonia.

Y Tusk ha tenido también palabras de elogio hacia España por su solidaridad con lo que en la última cumbre bilateral denominó "la causa ucraniana", destacando que, pese a la distancia con este país, el Gobierno de Rajoy no ha sido ni "neutral" ni "indiferente" ante su integridad y soberanía.

Son muestras de reconocimiento a España que Tusk lleva en su bagaje camino de la nueva responsabilidad que desempeñará en breve.

En su cargo de presidente del Consejo deberá tener como seña de identidad la igualdad de trato a todos los socios comunitarios.

Pero el Gobierno español ve con satisfacción que lo ocupe alguien que cree que ha dado pruebas de comprender y compartir lo que España considera que deben ser las prioridades de la UE en los próximos años.