La gran crisis que se vive en la Casa Blanca de Donald Trump tras la renuncia del general Michael Flynn como asesor de seguridad nacional después de que se desvelaran sus conversaciones con el embajador de Rusia y sus mentiras sobre ellas no tiene visos de disiparse pronto. Nuevas informaciones publicadas el martes por The New York Times y la CNN apuntan, con fuentes de la inteligencia estadounidense, a que miembros del equipo del Trump y de su círculo más cercano mantuvieron «contactos continuados» con altos representantes de Moscú durante la campaña, algo que Trump y su equipo han negado reiteradamente. Y aunque el presidente pasó el día de ayer tratando de cambiar el foco, sube el volumen de las llamadas, incluso de algunos republicanos, a que se investigue más a fondo la injerencia rusa en el proceso electoral estadounidense y, también, la nebulosa relación con Rusia de empleados y aliados de Trump.

Ninguna de las nuevas informaciones da detalle del contenido de los contactos. El artículo del Times dice expresamente que los investigadores «no han visto de momento pruebas de cooperación» entre la campaña de Trump y los esfuerzos rusos de injerencia y el de la CNN dice que los investigadores «no han alcanzado una conclusión sobre la intención de las conversaciones». Pero Trump ha denostado las noticias sobre «la conexión rusa» como un «sinsentido» y ha dicho que los «medios de noticias falsas se están volviendo locos con sus teorías conspiratorias y odio ciego».

Lo ha hecho en una de sus diatribas matutinas en Twitter, en la que trató también de centrar la atención en el torrente de filtraciones, diciendo que «el verdadero escándalo» es la distribución ilegal a los medios de información clasificada por parte del espionaje estadounidense, con el que lleva meses de tensa relación. Y después lo reiteró en una comparecencia ante la prensa con Netanyahu, en la que insistió en la «ilegalidad» de las filtraciones, que definió como «un acto delictivo». Su firme denuncia de ahora contrasta con el silencio que mantuvo en campaña (e incluso el aplauso) cuando las filtraciones afectaban negativamente a su rival, Hillary Clinton.

INVESTIGAR EN EL CONGRESO / Ha sido también el propio Trump quien ha puesto en duda la veracidad de las declaraciones que salen de su Casa Blanca. Su portavoz, Sean Spicer, aseguró el martes que fue el presidente quien pidió la dimisión a Flynn por «una erosión de confianza» después de que se supiera que había mentido al vicepresidente Mike Pence y a otros sobre el contenido de conversaciones que mantuvo en diciembre con el embajador ruso en Washington. Pero Trump defendió ayer a Flynn como «un hombre maravilloso», «tratado muy injustamente por la prensa de noticias falsas».

Sea cual sea la versión real sobre la dimisión de Flynn, sus acciones están moviendo incluso a los republicanos a pedir ahondar en las investigaciones en el Congreso, donde ya hay abiertas tres. El líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, ha asegurado que «no se va a ignorar» la injerencia rusa y aunque él y la mayoría de los conservadores se oponen a la idea demócrata de que la investigación la acometa un comité especial, algunos, como el senador Lindsay Graham, están abiertos a esa posibilidad.

«Hay que ver si la Casa Blanca va a tener la capacidad de estabilizarse», ha reconocido Bob Corker, el republicano que preside el comité de inteligencia en el Senado. Otro senador, John McCain, ha preguntado a la Casa Blanca por qué tardó dos semanas en informar a Pence de que Flynn le había mentido.