Visto desde Washington, Donald Trump es un hombre enjaulado en la Casa Blanca que raramente se deja ver por la ciudad y ventila obsesivamente sus frustraciones en Twitter; un presidente acechado por el escándalo de la trama rusa yperseguido en los tribunales por los conflictos de interés de su entramado empresarial; un dirigente que no ha podido aprobar hasta ahora más que leyes menores a pesar de que su partido controla cómodamente las dos cámaras; un magnate máspreocupado por su popularidad que por gobernar. En Afganistán o Siria ha delegado las decisiones importantes a los militares, y en Washington sigue sin llenar las más de 400 plazas vacantes en su Administración que esperan un reemplazo.

TANNEN MAURY / EFE

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla durante un mitin en Cedar Rapids.

Pero esa es solo una de las lecturas posibles porque, cuando sale de Washington, hay otro Trump que sigue despertando adoraciónentre una parte significativa de la población. Se vio esta semana enCedar Rapids (Iowa), donde 6.000 personas abarrotaron un polideportivo para jalear a sulíder. Por primera vez desde finales de abril, Trump volvía a la carretera, al formato del mitin de campaña que tan bien maneja. Estaba boyante y pletórico, liberado de las cadenas que le constriñen en la capital. Los republicanos acababan de ganar dos elecciones especiales al Congreso para redondear un parcial de cuatro a cero desde que el neoyorkino es presidente. La estrategia demócrata de cualquier cosa menos Trump no está funcionando. “Es siempre fantástico poder salir del pantano de Washington para pasar tiempo con la gente que verdaderamente trabaja duro. Nosotros los llamamos los patriotas americanos, gente increíble”, dijo a modo de introducción.

Trump promete la luna, especialmente a los desheredados del sueño americano. Habla de reconstruir sus puentes y carreteras, de bajarles los impuestos y devolverles sus fábricas. Y no duda en estirar las cifras como si fueran caucho maleable. En Iowa, presumió de haber acabado con “la guerra contra el carbón”, dando pie a la creación de“30.000 empleos en la minería”. La realidad es algo diferente porque esos 30.000 contratos incluyen los sectores del petróleo, el gas, el acero y otros minerales. En el carbón solo se han creado 1.000 empleos desde enero, según los datos del Departamento de Trabajo.

TANNEN MAURY / EFE /Trump durante su discurso.

UN LENGUAJE QUE TODO EL MUNDO ENTIENDE

A diferencia de Barack Obama, Trump habla con un lenguaje llano y coloquial que todo el mundo entiende. Es entretenido. No entra en abstracciones, ni formula grandes preguntas con trasfondo ético o jurídico, como solía hacer su predecesor. Tampoco se explaya en los problemas de países que la mayoría de norteamericanos no sabría si quiera ubicar en el mapa. Y cuando los aborda, no ha cambiado, está dispuesto a decir cualquier cosa para reforzar su argumento. DelAcuerdo del Clima de París, del que ha iniciado la desconexión, dijo que es "vinculante" cuando no lo es. Y respecto aOriente Próximo sostuvo que su país se ha gastado allí seis billones de dólares desde 2001. La cifra real es de 1.7 billones.

Lo que sí hace es citar programas de televisión y encuestas, mofarse de sus rivales políticos y la prensa con descaro. Y sabe cómo reforzar los valores del vendedor de seguros de Iowa o el bombero de Nebraska, al que le enseñaron en la escuela que hay que competir y ganar, que las armas son el antídoto contra la tiranía o que Estados Unidos es un país excepcional por la gracia de Dios. “Hay que comprar americano y contratar americano”, dijo repitiendo el eslogan de su nacionalismo económico.

En Washington apenas se habla de otra cosa, pero es muy cuestionable que el granjero de Cedar Rapids esté siguiendo con detenimiento el folletín por entregas de la trama rusa. Una encuesta de esta semana sostiene que solo el 38% de la población cree que es un asunto crucial. Para el 32% es solo una distracción. “Han puesto en marcha esta caza de brujas falsa contra mí”, les dijo Trump antes de volver a lo suyo. “Todo lo que hacemos es ganar, ganar y ganar”.

ANIMAL DE CAMPAÑA

El mitin de Iowa sirvió para demostrar que Trump sigue siendo un formidable animal de campaña y que Estados Unidos es mucho más que Nueva York, Boston y Los Ángeles. Nadie debería subestimarle. Su índice de aprobación está por los suelos, pero también lo estaba el de Bill Clinton a estas alturas. Allá afuera muchos creen que se preocupa genuinamente por ellos y están dispuestos a pasar por alto cualquier cosa porque también muchos otros les mintieron antes. Su aura de Robin Hood de la Quinta Avenida no se ha roto. La prueba de fuego será la reforma sanitaria de los republicanos, que se ceba con los pobres y los ancianos y que podría dejar a más de 20 millones de personas sin seguro.

Trump pidió en Iowa “una ley con corazón”. Pero cuando el Senado presentó la suya, el presidente no tardó en respaldarla en Twitter. “Apoyo firmemente la ley de Sanidad del Senado. Espero impacientemente a poder hacerla muy especial”. Todo lo que le interesa a Trump es “ganar”. A cualquier precio.