Tras gobernar casi exclusivamente para sus bases más incondicionales durante el primer año de su mandato, Donald Trump tiene la oportunidad de cerrar parte de la fractura social que su presidencia ha generado. La economía va viento en popa y su agenda legislativa guarda propuestas con recorrido para atraer el respaldo demócrata si se negocian con flexibilidad e inteligencia. Solo falta ver si el líder estadounidense, siempre dispuesto a sabotearse a sí mismo, está por la labor. Trump afrontaba la pasada madrugada su primer discurso del estado de la Unión, un escaparate donde apelar a sus rivales políticos para que apoyen su reforma de la inmigración y sus planes para remozar las infraestructuras.

Todo indica que Trump pretendía plegarse a la solemnidad que acompaña a este viejo ritual de la política estadounidense para leer del teleprompter y aparcar su actitud más impetuosa y combativa. Sus asesores llevan días telegrafiando un discurso que ensalzará el patriotismo y los valores estadounidenses, al tiempo que promueve los logros de este primer año, desde la reforma fiscal a la creación de empleo, la euforia en las bolsas o los avances para derrotar al Estado Islámico. «El presidente hablará de cómo América ha vuelto», dijo el asesor legislativo de la Casa Blanca, Marc Short. Su entorno es consciente de que necesita el apoyo demócrata para evitar que sus planes más ambiciosos queden varados en el Congreso, por lo que se esperaba un discurso con guiños al bipartidismo.