La Reserva Federal tendrá nuevo presidente a partir de febrero del 2018 si la cámara alta del Congreso no lo impide. Donald Trump ha anunciado este jueves la nominación de Jerome Powell para sustituir a Janet Yellen al frente del banco central de Estados Unidos, el organismo que dirige la política monetaria con independencia del Ejecutivo. La elección del republicano Powell, un abogado y banquero de inversión curtido en Wall Street, supone una apuesta por la continuidad de las políticas adoptadas por Yellen en los últimos años. Más allá de la afiliación política de uno y otro, la mayor diferencia entre ambos estriba en sus posiciones hacia la regulación bancaria. Powell es mucho más partidario de relajar las restricciones impuestas a los bancos tras la crisis de que hundió la economía mundial hace casi una década.

En las últimas semanas Trump no se ha cansado de expresar su admiración por el trabajo de Yellen, la primera mujer en ocupar la presidencia de la Fed, pero también había dejado claro que pretende dejar su impronta personal en el estamento emisor del dólar. Con la elección de Powell parece haber encontrado un candidato a su medida. Un dirigente dispuesto a mantener los tipos de interés relativamente bajos, a pesar de que apoya la progresiva normalización de la política monetaria, y a la vez partidario de reducir la regulación bancaria como lleva prometiendo Trump desde que ganó las elecciones.

Powell era además el preferido de Wall Street en la pugna que mantenía con John Taylor, un conservador más ortodoxo y finalista oficioso del concurso que Trump lleva escenificando desde julio, cuando abrió la puerta al cambio en la Fed con la ponderación inicial de cinco candidatos. Nacido en Washington DC hace 64 años, Powell carece de un doctorado en Economía, a diferencia de la mayoría de sus predecesores, pero conoce bien la institución. Barack Obama le nombró en 2012 para ocupar uno de los siete asientos de la Junta de Gobernadores de la Fed. Desde entonces, siempre ha votado a favor de las posturas mayoritarias del organismo, por lo que algunos analistas lo han bautizado como “la versión republicana de Yellen”.

Powell completó en Princeton una licenciatura en Políticas y más tarde se doctoró en Derecho por la Universidad de Georgetown. Pero su carrera transcurrió entre los despachos de cristal de Wall Street y los pasillos del poder en Washington. Primero trabajó en el banco de inversión Dillon, Read & Co. y, más tarde, en el Carlyle Group, uno de los gigantes del private equity, donde se hizo inmensamente rico, como muchos de los altos cargos del gobierno de Trump. Su patrimonio oscila entre los 19 y los 55 millones de dólares, lo que le convierte en el presidente más rico de la Reserva Federal desde 1948. Entre medio, sirvió como adjunto del Tesoro en la Administración de George Bush padre.

Su gran reto consistirá en pilotar el repliegue de los estímulos de la Fed, un camino iniciado por Yellen a finales del 2015 y gestionado lo suficientemente bien hasta ahora para que no haya habido grandes sobresaltos en los mercados. Más bien al contrario. Las bolsas viven una fiesta permanente, la inflación está baja pero controlada y el mercado laboral se ha instalado en el pleno empleo, por más que los salarios no crezcan como a muchos les gustaría. Powell deberá modular el repliegue para evitar las burbujas bursátiles y recargar el arsenal de la Fed en caso de que el rumbo ascendente de la economía se invierta. Pero tendrá que hacerlo con la suficiente paciencia para no asfixiar la actividad y permitir que la inflación crezca para situarse en torno al objetivo deseado del 2%.