El nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, lleva dos semanas en el cargo y ya tiene a la comunidad científica de espaldas. Más de 150 organizaciones académicas y de 50 galardonados con premios Nobel han firmado inflamadas cartas criticando a la nueva Administración. Para el 22 de abril se prepara una marcha de científicos en Washington, a la que ya se han sumado iniciativas parecidas en ocho países europeos.

Estas reacciones no son preconcebidas. Trump se ha ensañado con laciencia desde el momento en que se sentó en el Despacho Oval. Primero, amordazó a los científicos de las agencias públicas con órdenes de que no hablen ante los medios y en las redes sociales sin el permiso de la Administración. Luego, nominó un equipo trufado de creacionistas y negacionistas del cambio climático. Finalmente, vetó el ingreso al país a inmigrantes y refugiados desiete países de mayoría musulmana, una medida ahora suspendida temporalmente pero que ya ha impedido entrar y salir de EEUU a varios investigadores.

"RESTRICCIÓN DE LA LIBERTAD"

En la semana siguiente a la toma de posesión, la nueva Administración ordenó que los estudios de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y del Departamento de Agricultura (USDA) -especialmente los que recogen pruebas del calentamiento del planeta- pasaran por una aprobación gubernamental antes de su publicación, incluso en redes sociales. También solicitó una lista de los empleados del Departamento de Energía (DOE) que investigan el cambio climático.

El DOE empleó su código ético para rechazar cumplir la orden. A la vez, aparecieron una docena de cuentas de Twitter “alternativas” de las principales agencias. La Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), la principal organización científica del país y editora de la revista 'Science', expresó supreocupación ante la “censura, intimidación y restricción de la libertad de los científicos”.

La decisión de Trump recuerda órdenes parecidas emitidas por el anterior Gobierno de Canadá, y levantadas por el nuevo primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Sin embargo, también tiene un precedente en EEUU, cuando George Bush distorsionó y ocultó parte del trabajo sobre el cambio climático de las agencias gubernamentales.

MOVIMIENTO ANTIVACUNAS

A medida que se ha ido conformando el nuevo Gobierno, a los científicos se les han puesto los pelos de punta. El vicepresidente,Mike Pence es creacionista. El director de la EPA, Scott Pruitt, es un famoso crítico del cambio climático (lo que ha causado otra protesta de la AAAS). El secretario de Estado, Rex Tillerson, dirigía la petrolera ExxonMobil.

No fue ningún consuelo que Tillerson reconociera en el Congreso la necesidad de actuar contra el calentamiento global, ya que el propio Trump se comprometió a eliminar políticas “dañinas” como el Plan de Acción contra el Cambio Climático. Ahora los investigadorestemen por la elección del asesor científico del presidente, dados sus anteriores contactos con exponentes del movimiento antivacunas y con científicos de extrema derecha.

“Trump tiene un problema con la verdad cuando no confirma sus puntos de vista”, resume Jennifer Goldbeck, investigadora en informática de la Universidad de Maryland y creadora de la red de resistencia al presidente Freedom of Science. Los científicos fueron de los más enervados por la expresión “hechos alternativos”, empleada por una consejera de la Casa Blanca para desmentir la limitada participación de público en la investidura de Trump.

ENCERRADOS EN EL PAÍS

La gota que colmó el vaso de la paciencia de los investigadores fue el veto al ingreso en EEUU de inmigrantes y refugiados de siete países de mayoría musulmana. 17.000 del millón de estudiantes internacionales en el país y 2.300 de los 134.000 investigadores internacionales (es decir, sin nacionalidad estadounidense ni permiso de residencia permanente) vienen de estos países, la mayoría de Irán, según datos del Institute of International Education (IIE).

El veto ahora suspendido dejaba a estos académicos encerrados en el país, sin poder acudir a congresos ni viajes, por el riesgo de no ser admitidos a la vuelta. Un número indefinido de investigadores de esos siete países tenían que asumir plazas en centros de investigación de EEUU, y han tenido que retrasar su incorporación al trabajo.

COLABORACIÓN INTERNACIONAL

Más de 150 organizaciones científicas protestaron contra esta medida, así como más de 50 premios Nobel, decenas de universidades y la AAAS. Decenas de científicos se adhirieron a una iniciativa de la Organización de Biología Molecular Europea para ceder espacio en sus laboratorios a los afectados. “La colaboración internacional es vital para el éxito de nuestro país […] y contribuye a su prosperidad y a solucionar problemas globales”, afirma Allan Goodman, presidente del IIE. “Muchos estudiantes extranjeros desarrollan visiones positivas de EEUU que duran toda una vida. El veto hará mella en nuestra relación con estos estudiantes”, afirma Eugene Chudnovsky, codirector del Committee of Concerned Scientists.

Si todo esto ha ocurrido en solo dos semanas, merece la pena mirar qué depara la agenda. La preocupación más urgente es el presupuesto que Trump dedicará a la ciencia, dada la congelación de los nuevos empleos en todo el Gobierno federal (con exclusión de los militares, fuerzas del orden y de seguridad): el Gobierno es un empleador destacado de investigadores. También preocupa la elección del juez conservador Neil Gorsuch, que inclina hacia la derecha el Tribunal Supremo. Este deberá afrontar asuntos delicados como las patentes sobre los genes, la contaminación del agua y las especies amenazadas. El vicepresidente Pence, evangelista, es un abierto opositor de la investigación con células madreembrionarias y tejido fetal, que también está en suspenso.