El traslado de la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén tendrá que seguir esperando. Donald Trump ha firmado esta mañana una exención a la ley aprobada por el Congreso hace más de dos décadas para trasladar la legación a la Ciudad Santa, cuyo estatus es uno de los grandes puntos de discordia entre israelís y palestinos. La decisión del republicano es la misma que han tomado todos sus predecesores desde 1995, el año en que se aprobó la ley, y en términos prácticos le otorga otros seis meses para decidir sobre la controvertida propuesta.

Trump prometió durante la campaña trasladar la embajada, lo que comportaría un reconocimiento implícito de Jerusalén como capital de Israel, algo que solo han hecho un puñado de naciones porque la parte oriental de la ciudad sigue estando bajo ocupación, de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas. Fuentes de la Casa Blanca han explicado que el presidente quiere cumplir con su promesa, pero no sin antes dar una oportunidad a la reanudación de las negociaciones de paz. Esas negociaciones son solo un proyecto, que no se ha puesto en marcha ni genera expectativas de éxito en la región. "Nadie debería considerar este paso como una retirada del fuerte apoyo a Israel y a la alianza que mantiene con EE UU", ha escrito el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, en un comunicado. "Trump ha tomado la decisión para maximizar las posibilidades de éxito de una negociación entre Israel y los palestinos".

Para aplazar la decisión, el líder estadounidense ha invocado los "intereses nacionales" de EE UU. Según informa la prensa israelí, el gobierno de Netanyahu ha estado presionando hasta el último momento para que Trump cumpliera con su promesa, pero no ha bastado para contrarrestar las advertencias de los aliados árabes de Washington. Países como Arabia Saudí, a los que Trump quiere implicar en el proceso de negociación, sostienen que el traslado de la embajada dinamitaría todas las opciones de diálogo.