Todo comenzó a principios del pasado verano. En una instancia colgada en los tablones de anuncios, la dirección de Aeroflot, la principal aerolínea de Rusia, ordenó medir, fotografiar y en algunos casos hasta pesar a todos los auxiliares de vuelo, con la intención de fabricar nuevos uniformes e impulsar la marca de la compañía.

La sorpresa para las azafatas más veteranas se produjo después. Las mujeres mayores de 40 años o con una talla 48 o superior (40 en el tallaje europeo) fueron excluidas de los vuelos internacionales y confinadas a vuelos nacionales, en horarios intempestivos, denuncian algunas de las afectadas.

«Mi vida cambió a mediados de agosto, aunque algunas compañeras comenzaron a sufrir antes; a las de más de 40 años, o una talla 48 o superior, nos incluyeron en la sección número 1, que era una verdadera tortura: nos confinaron a los vuelos nocturnos y vuelos cortos matinales», se lamentó Yevgeunia Magurina, trabajadora de Aeroflot desde hace 17 años, a la emisora Radio Svoboda. Cuando Magurina preguntó a sus superiores acerca de lo que estaba sucediendo, estos le respondieron que eran las «nuevas reglas de juego» y que su exclusión de los trayectos internacionales se debía a su «talla».

Algunas mujeres intentaron adelgazar para cumplir con los estándares fijados por la aerolínea y no ser excluidas de los trayectos internacionales de larga duración, que incluyen sustanciosos pluses salariales. Fue el caso de Natalia, quien relató a la misma emisora que vio cómo se desmayaban «de hambre» algunas compañeras «en la sala de control». «Pero incluso si adelgazabas daba igual, te decían que no volarías a América o a la República Dominicana porque ya eras viejita», recordaba.

Las afectadas creen que las nuevas directrices se empezaron a imponer tras un viaje del director general de Aeroflot, Vitali Savelyev, por Asia, cuyas aerolíneas muestran en sus anuncios publicitarios a azafatas esbeltas y jóvenes.

Desde el otoño, Magurina se halla enfrascada en una batalla legal para revertir la situación. En primera instancia se dirigió a Rosaviatsya, el ente regulador de la aviación en Rusia, a la fiscalía del transporte y a la inspección laboral. Estas tres instituciones optaron por sacarse de encima el problema y la remitieron a otras instancias. Al final, acudió a la justicia ordinaria, que examinará su caso el mes que viene. Las afectadas también han transmitido sus quejas al presidente ruso, Vladímir Putin, por carta.

Una compañera, Irina (su apellido prefiere mantenerlo bajo el anonimato), también ha acudido a los tribunales, y exige una compensación de un millón de rublos (unos 16.500 euros al cambio actual) por daños morales. «Estas exigencias contravienen el convenio colectivo de Aeroflot», denuncia Irina.

La compañía, por su parte, no ha respondido a las peticiones de entrevista formuladas por la emisora que ha desvelado el problema. En la publicación on line RBK, un medio de comunicación que se hizo eco de la controversia, portavoces de la aerolínea negaron que existiera discriminación laboral alguna y recordaron que la única limitación física existente a la hora de contratar al personal de cabina es la estatura.