El tifón Mangkhut sigue desplazándose por la China continental con fuerza atenuada mientras los países que lo han sufrido se afanan en contar fallecidos, rescatar supervivientes y limpiar los escombros. Las variadas facturas que ha dejado el Mangkhut subrayan las diferencias de desarrollo en el sudeste asiático, desde los epatantes rascacielos hongkoneses a la dolorosa pobreza de las zonas rurales de Filipinas.

La tormenta tropical más fuerte del año en todo el mundo entró el domingo en la provincia costera de Guangdong (antigua Cantón) a través de la ciudad de Taishan y dejó al menos dos muertos. China había ordenado la evacuación de 2,4 millones de locales y el regreso de sus 50.000 barcos al puerto. También cerraron 632 puntos turísticos y casi 30.000 obras.

La población se había aprovisionado de víveres y resistió en sus casas o en alguno de los 18.327 refugios habilitados al tifón calificado por la prensa oficial como el rey de las tormentas. La fuerza de sus vientos, aliados con las lluvias de la temporada del monzón, superan a las del huracán Florence que golpeó Carolina del Norte durante el fin de semana. La televisión local mostró olas erguidas contra las defensas portuarias y un hotel costero de Shenzhen inundado.

El supertifón abandonó el delta del río de la Perla, el pulmón económico de China. Hong Kong, Guangzhou, Shenzhen o Macao despidieron el tifón sin excesivos daños. El gobierno de Macao, muy criticado el pasado año tras las diez muertes del tifón Hato, decidió cerrar todos los casinos por primera vez en su Historia.

Zonas más castigadas

Las autoridades hongkonesas habían alertado a la población durante la semana sobre los peligros de la peor tormenta que recibía la excolonia desde 1979. Los vientos hicieron mover los edificios más altos, varias de las calles quedaron anegadas y el nivel del agua en el icónico Puerto Victoria subió casi cuatro metros. El tifón dejó 213 heridos, arrancó árboles, tumbó andamios, rompió ventanas y consiguió detener por unas horas el vibrante pulso de la ciudad. El agua llegaba hasta la cintura en algunas zonas, según el diario local South China Morning Post.

El cuadro es más dramático en Filipinas, primera etapa del Mangkhut. Dos días después de que abandonara el país, en Manila seguía subiendo el número de muertos a medida que los equipos de rescate alcanzaban las zonas más alejadas y castigadas. La cifra oficial alcanzó ayer los 65 muertos, 32 heridos y 43 desaparecidos. La mayoría de víctimas se concentraron en el norte de Luzón, un área poco poblada e inclinada al cultivo de arroz y maíz, que sufrió una cincuentena de deslizamientos de tierras.

Búsqueda de refugio

Los desvelos se centran ahora en sacar a las decenas de atrapados bajo las ruinas en la ciudad de Itogon. Muchos mineros y sus familias buscaron refugio en los antiguos barracones convertidos en capilla que fueron aplastados por un segmento montañoso arrancado por las lluvias. «Ellos pensaban que ahí estarían seguros, las autoridades intentaron convencerles de que se marcharan pero lo rechazaron», dijo el alcalde, Victorio Palangdan. Los equipos de rescate retiraron los escombros con palas y picos porque el suelo inestable no permitía acercar la maquinaria pesada. Más de 220.000 filipinos siguen sin poder regresar a sus hogares.