Estabilidad, calma y consenso. Todo lo que hasta ahora había marcado la política alemana parece haber quedado seriamente dañado. Tras la amarga noche electoral que le tocó vivir ayer a la cancillera Angela Merkel, es tiempo de reflexión y negociaciones. Entre la espada y la pared, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) es la única fuerza con potencial para liderar un Gobierno, pero solo aliándose con los liberales (FDP) y los Verdes podría obtener una mayoría necesaria para controlar el Bundestag, el Parlamento alemán. A Merkel le quedan pocas salidas.

Tras concretarse el golpe electoral al bipartidismo, el líder de los socialdemócratas (SPD), Martin Schulz, aseguró que pasarían a la oposición, evitando así otra Gran Coalición con los conservadores. Ante esa negativa, los equilibrios se complican. Las miradas se centran ahora en la probable formación de un tripartito conocido como coalición Jamaica porque los colores negro, amarillo y verde de las tres formaciones son los mismos que los de la bandera del país caribeño. La alternativa serían elecciones anticipadas.

Las negociaciones para establecer un hipotético tripartito en Alemania serán muy complicadas. Aunque esta fórmula ya funciona en Schleswig-Holstein, a escala nacional habrá que limar muchas asperezas. Las diferencias en temas clave como la política medioambiental, la económica o la acogida de refugiados parecen difíciles de salvar.

Esas diferencias pueden verse acentuadas por los resquemores existentes. «Tendrán que explicar a sus votantes que lo que dijeron en campaña no era cierto», dijo a los Verdes el líder liberal, Christian Lindner. Además de aplaudir la desaparición de los liberales del Bundestag en el 2013, los ecologistas aseguraron que votar al FDP era favorecer el cambio climático. El FDP robó más votos de la CDU (1.620.000) que la ultraderechista AfD (1.040.000), así que tampoco hará concesiones fáciles a Merkel.

Liderados por el sector más pragmático y pactista, los Verdes se han mostrado abiertos a negociar. El 76% del partido ecologista estaría dispuesto a colaborar con la CDU de Merkel, pero para concretar un apretón de manos con los liberales harán falta malabarismos políticos. El FDP, más ambiguo, aseguró que se sentará a negociar y que solo entrará en un Gobierno si «se pueden hacer cosas buenas». En el 2013 la CDU y el SPD tardaron casi tres meses en formar Gobierno, después de haber pactado ya en el 2005. Ahora, las negociaciones pueden alargarse hasta pasado Navidad.

La llegada de un tripartito a Alemania también tendría consecuencias en el continente. Mientras los Verdes han reiterado su europeísmo y han pedido una Europa «más fuerte», el FDP es un feroz crítico de las ideas que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha planteado a la cancillera como bases para reconstruir la Unión Europea, como una mayor integración de políticas, la creación de un Ministerio de Finanzas comunitario y establecer un presupuesto común. A pesar de que dentro de la CDU algunas de esas propuestas habían sido vistas con escepticismo, Merkel se abrió a escucharlas.

La fragmentación política ha vuelto a Alemania con el Parlamento más atomizado desde 1953. Hasta siete partidos en seis formaciones tendrán representación en la Cámara alemana. Esa inestabilidad es una situación nueva para Merkel, quien en los últimos 12 años ha gobernado con una comodidad que le ha permitido actuar como un rodillo parlamentario. Ahora, el equilibrio será más frágil; la oposición, más feroz. La tradicional ausencia de sobresaltos de la política alemana parece haber pasado a la historia.