Los cuerpos y fuerzas de seguridad marroquís han llevado a cabo una “operación preventiva” que se ha saldado con la detención de 143 sospechosos de jurar lealtad al autoproclamado Estado Islámico (EI). La policía, tras interrogarlos a todos, ha dejado a 57 en detención provisional, según informó el Ministerio del Interior a través de un comunicado difundido en la agencia oficial de noticias, MAP.

Aunque la operación se desarrolló el pasado 19 de julio, las autoridades han esperado a este miércoles para anunciarlo, coincidiendo con la ola de ataques cometidos en suelo europeo, algunos bajo la sombra del EI. La operación se ha llevado a cabo en varias regiones del país magrebí donde han sido localizados presuntos “líderes” de comandos que tenían la intención de ejecutar atentados dentro y fuera de Marruecos, continuó el comunicado.

Los detenidos utilizaban las redes sociales para hacer propaganda de la organización terrorista y manipular a menores de edad, con el fin de enviarlos a zonas de conflicto. Durante las labores de rastreo en los domicilios de los detenidos, la policía ha descubierto numerosos documentos en los que se enseñaba el modo de fabricar explosivos, técnicas para hacer explotar artefactos en la distancia, así como libros en los que se autorizaba e incitaba a la práctica de la inmolación. También varios tipos de armas y banderas del EI.

CÉLULAS TERRORISTAS

En lo que llevamos de año, Marruecos ha desmantelado, al menos, una docena de células vinculadas a la organización terrorista de Iraky de Siria, como resultado de una política de extrema vigilancia contra el extremismo religioso. A través de una amplia red de informadores distribuidos en todo el país que trabajan en lugares sensibles, así como en zonas marginales o demográficamente muy elevadas como el barrio de Beni Makada, en la ciudad de Tánger, y de donde han salido la mayoría de los candidatos al EI, las autoridades se enfrentan a la lacra del terrorismo.

Paralelamente a los aparatos policiales y de inteligencia, muy activos en el país, Marruecos, a través del rey Mohamed VI, proyecta al exterior una imagen de un islam suní de rito malikí, moderado y tolerante con el mundo. En los últimos tres años, desde el país del Magreb se propaga esta imagen a los diferentes países del África subsahariana con los que el Estado marroquí mantienen lazos de cooperación en varios ámbitos y, en especial, en el religioso, para evitar el empuje del radicalismo que proviene de tendencias rigoristas extranjeras.