No por mucho prodigar el uso de la palabra “unidos” se acaban las divisiones ni por enfrentar la amenaza de una presidencia de Donald Trump se asegura el voto a Hillary Clinton. La “revolución política” que promovió en primarias el senador Bernie Sanders no acabó con su derrota y algo más que ecos de una rebelión sanderista han llegado hasta Filadelfia para la Convención Demócrata, que arranca mucho más convulsa de lo que se esperaba.

El propio Sanders está dispuesto a aparcar sus diferencias, convencido de que “el foco inmediato debe estar en que un candidato desastroso como Trump no puede ser elegido”. Y horas antes de ofrecer su discurso anoche en la Convención, se dirigió a sus casi 900 delegados llamándoles a hacer de tripas corazón uniéndose tras el ticket Hillary Clinton-Tim Kaine.

Sanders intentaba aplacar la rabia de muchos de sus seguidores y delegados con el Partido Demócrata, exacerbada por la filtración de correos electrónicos que confirman que el aparato del partido maniobró en primarias en su contra para favorecer a Clinton, un episodio que ha forzado la dimisión de la presidenta del Comité Nacional Demócrata, Debbie Wasserman Schultz, que fue abucheada ayer por la mañana en un desayuno de la delegación de Florida. Y una filtración, por cierto, por la que el FBI ha abierto ya una investigación. Pero quizá porque Sanders ha triunfado en gestar un movimiento, la sumisión a sus instrucciones no es segura. Y cuando pidió el apoyo a Clinton y Kaine se produjo un largo y sonoro abucheo.

APOYO DE BLOOMBERG, ABANDONO DE DEMÓCRATAS

Mientras Clinton se garantiza apoyos destacados, como el que le va a dar el miércoles el exalcalde neoyorquino republicano Michael Bloomberg, se gestaba entre delegados de Sanders la posibilidad de pedir este martes dos 'roll call', uno para mostrar la fuerza de Sanders y otro para rechazar la nominación de Kaine. Y Clinton está muy lejos de poder dar por sentado que delegados y votantes de Sanders vayan a seguir las instrucciones del senador, ni en la convención ni en noviembre.

“La mayoría de las elecciones nos han requerido votar eligiendo entre el menor de dos males. Nos han entrenado a votar así durante 40 años. Pero se acabó. No vamos a votar por miedo (a Trump). Nunca Hillary”, decía el domingo en un acto político de protesta pero festivo en el parque Vernon Mimi Morton, una abogada de 53 años que trabaja con inmigrantes y refugiados y que ha viajado a Filadelfia desde Oklahoma. “Nos cargan con votarle a ella para evitar que gane Trump, pero yo considero eso soborno”, decía junto a ella Alan Zurawski, que ha dejado de declararse a los 63 años “leal al partido” porque, asegura, “no es el mismo partido que era en los años 60 y 70”.

Si Hillary se hubiera paseado por ese enclave del barrio de Germantown tendría, o debería tener, miedo, porque Morton y Zurawki no eran los únicos sanderistas que abandonan el barco demócrata y costaba encontrar a una sola persona que se comprometiera a votarle en las presidenciales y le llovían descalificativos como “deshonesta” y “mentirosa” y se le llamaba despectivamente “neoliberal” e incluso “republicana”.

RECLAMACIONES

Clinton también habría podido sacar pistas de lo que le están reclamando. Y las daba, por ejemplo, Nomiki Konst, una delegada de Sanders por Nueva York, que cuando tenía 16 años fue becaria de la entonces aspirante a senadora - “la miraba como un ejemplo y quería una mujer presidenta”-, pero ahora tiene más que dudas. Aunque Konst se daba la opción de escuchar y ver algo durante los cuatro días de convención que le convenciera de apoyar a Clinton, lo que tenía, sobre todo, eran reclamaciones. “Hillary necesita hablarnos, no tiene opción: somos el 46% del partido y no está prestando atención”, decía, aludiendo a unas primarias donde Sanders obtuvo unos 12 millones de votos y Clinton, 16. “Están obsesionados con su forma de hacer las cosas, pero necesita intentarlo. Tienen que empezar a incluirnos en el partido, poner a gente de Sanders en el liderazgo”.

“Nos han estado hablando como si no fuéramos demócratas”, decía también. Y aseguraba que el partido está desfasado, poniendo como ejemplo la selección de Kaine como vicepresidente. “Es un representante de los llamados 'blue dogs', demócratas moderados, pero ya no existen, o ya no cuentan. Somos un partido más progresista”.