No conviene adelantarse ni exagerar la interpretación de resultados, pero por primera vez desde la elección de Donald Trump, los demócratas tienen razones para la celebración y la esperanza mirando a las legislativas del 2018. El martes, en vísperas del primer aniversario de esa elección, el Partido Demócrata logró varias victorias importantes en las urnas, especialmente en la elección del gobernador de Virginia, pero también en la del de Nueva Jersey y en otras carreras estatales y locales. Entre esos triunfos se cuenta el del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, antítesis política de Trump y primer demócrata que renueva como primer edil en 32 años.

«Nueva York también ha mandado un mensaje a la Casa Blanca», dijo De Blasio.

Como todo desde que el magnate de los negocios reconvertido en político conservador Donald Trump llegó al Despacho Oval, los resultados en las urnas se interpretan como un referéndum sobre el mandato y las propuestas del dirigente republicano. También como potencial indicador de luchas futuras, y el mensaje del martes asusta en el Partido Republicano.

RECHAZO EN VIRGINIA

«El principio del fin» es como se lo ha descrito al periodista Mike Allen una importante figura del partido. Otro ha reconocido que «los donantes republicanos están conmocionados y consternados».

En ningún lugar ha sido más contundente el rechazo a lo que representa Trump que en Virginia, un estado sureño que no ganó en el 2016, pero donde -en lo que algunos llaman «la venganza de los suburbios- los votantes moderados han elegido gobernador al demócrata Ralph Northam. El neurocirujano pediátrico y veterano, que votó dos veces a George Bush y asustó al aparato por su estilo calmado y algunas propuestas nada progresistas, ha ganado con una ventaja de casi nueve puntos, inédita en décadas para los demócratas en ese estado.

Además, el derrotado en Virginia ha sido Ed Gillespie, expresidente del Comité Nacional Republicano, que había acortado distancias tras introducir en campaña elementos polémicos consonantes con la agenda de Trump, abrazando las guerras culturales y poniendo el foco en la inmigración. Trump, que el mismo martes animaba desde Asia a votar por Gillespie pero que no ha hecho personalmente campaña por él, no tardó en distanciarse del derrotado. «Nunca me aceptó, ni a lo que represento», declaró en Twitter.

Y en medios como Breitbart, dirigido por su exestratega jefe Steve Bannon, se intenta usar Virginia como alerta de los riesgos que corren los republicanos si optan por representantes del establishment en vez de por populistas como los que sí lograron triunfos en elecciones especiales anteriores.

El gobernador de Virginia, no obstante, no ha sido el único mazazo para el presidente y su partido. Con el triunfo en Nueva Jersey de Philip Murphy, un exbanquero de Goldman Sachs, un demócrata volverá a gobernar este estado tras los dos mandatos del republicano Chris Christie.

LA CARRERA LOCAL

Los demócratas, además, han sumado avances trascendentales en las legislaturas estatales de Virginia y Nueva Jersey y triunfos en disputadas carreras locales en estados como Nuevo Hampshire y Florida.

Son victorias salpicadas de mensajes contra Trump. Danica Roem, por ejemplo, se convierte en la primera congresista estatal transgénero. Manchester, en Nuevo Hampshire, ha elegido a su primera alcaldesa y Charlotte, en Carolina del Norte, a su primera alcaldesa negra. Y Maine es el primer estado donde se expande por referéndum Medicaid, el sistema sanitario público para los más pobres que Trump (como el gobernador republicano del estado) quiere guillotinar.

Los resultados han extendido cierta sensación de euforia entre los demócratas, que creen que cobrará aún más impulso la organización ciudadana de resistencia a Trump, la recaudación de fondos y el reclutamiento de candidatos.

Es pronto, no obstante, para dar por hecho que en el 2018 podrán retomar el control del Congreso en Washington. El partido sigue marcado por divisiones internas sobre tácticas y estrategia. Y sin líder.