En Rusia, las agresiones a periodistas críticos con el presidente Vladímir Putin y su Gobierno son moneda corriente. En algunos casos sonados, célebres informadores han sido asesinados, como Anna Politkóvslaya en el 2006 y Anastasia Babúrova en el 2009.

La última de estas agresiones se produjo hace unos días, cuando la directora adjunta de la emisora Eco de Moscú, crítica con el Kremlin, fue acuchillada en medio de la redacción por un individuo que parecía desequilibrado. En Rusia, los reporteros de investigación sobre asuntos de corrupción que salpican a miembros del Gobierno, que informan de violaciones de derechos humanos en las repúblicas caucásicas y que dan cuenta de las bajas militares en las guerras de Siria o Ucrania, son señalados por los poderes fácticos como enemigos del país y tildados de quintacolumnistas.

Por esta razón, la publicación opositora Nóvaya Gazeta, para la que trabajaban Politkóvskaya y Babúrova, ha decidido suministrar «armas traumáticas» a sus periodistas. «Si el Estado no está dispuesto a defendernos, nos vamos a defender a nosotros mismos», ha asegurado Serguéi Sokolov, redactor jefe de la publicación.

«Cuando los periodistas carecen de defensa ante la arbitrariedad que reina en la calle y la negligencia de las fuerzas del orden, no hay otra solución», ha valorado. Algunos redactores incluso van a ser enviados a cursos de autodefensa.