Naser Zafzafi, líder indiscutible de las protestas sociales del Rif, al norte de Marruecos, y quien ha desestabilizado el aparato del Ministerio del Interior durante dos largos días, se enfrenta a pena de cárcel acusado de «atentar contra la seguridad del Estado». La policía le arrestó ayer por la mañana tras una operación de rastreo por toda la ciudad y alrededores de Alhucemas que duró todo el fin de semana y generó, de nuevo, manifestaciones y enfrentamientos entre la policía y los que secundaron las protestas. «Nunca habíamos visto tanto control de los rifeños por parte de la seguridad. Solo queremos que escuchen nuestras quejas, que el Estado intervenga para que transfiera recursos al Rif y construya carreteras y una universidad como hizo en otras localidades», denunciaba un activista rifeño expatriado que guardó el anonimato.

Agentes de la Seguridad Nacional, tras recibir la orden del procurador general del Rey, Mohamed VI, se lanzaron de «malas maneras» —denunciaron agentes sociales— a la caza del activista en la tarde del pasado viernes, registrando casa por casa y lugares claves de la oposición rifeña. Todo empezó durante la oración del viernes cuando Zafzafi se levantó y arremetió contra el imán de su mezquita por utilizar el sermón religioso para disuadir a los marroquíes a no reanudar la movilización social. Fuentes del activismo narraron a este diario que el Ministerio del Interior dio la orden a los imanes de las mezquitas de Alhucemas de colaborar con el aparato estatal para apagar los focos de protestas en Rif, que desde hace seis meses vienen exigiendo cambios profundos para la región.

PROCLAMAS POLÍTICAS /El hecho de que el imán utilizara el lugar de culto para arengar proclamas políticas provocó mucho revuelo entre algunos fieles activistas que, conducidos por Zafzafi, decidieron abandonar la mezquita. Para el Estado, la reacción del líder rifeño y de sus seguidores representó un atentado contra la sacralidad: «El discurso de Zafzafi ha sido provocador, insultó al imán y a lo sagrado, además de sembrar alboroto atentando contra la seguridad. Se ordena la apertura de una investigación sobre él», se lee en el comunicado del procurador.

El líder rifeño huyó, apoyado por otros activistas, y desde su escondite volvió a difundir un nuevo vídeo, a través de las redes sociales, pidiendo a la población rifeña ocupar de nuevo el espacio público, sin recurrir a la violencia, para exigir sus derechos sociales y mantener viva la llama de la esperanza en favor de un futuro próspero para la ciudad a la que se le recuerda como bastión de la resistencia contra el colonialismo francés y español bajo la figura de Abdelkrim El Khatabi.

Con el arresto de Zafzafi, a quien transfirieron a dependencias policiales en Casablanca, y de otros 20 activistas -sobre ellos también pesan cargos de «atentar con la seguridad interior del Estado y otros crímenes de derecho común»-, el miedo se vuelve a apoderar de la ciudadanía y de las reivindicaciones sociales y económicas. Los rifeños de la diáspora y del interior de Marruecos se cuestionan si tras el descabezamiento del movimiento las protestas podrán mantenerse.

«De momento se impone la ley del más fuerte pero esto no soluciona, no reconcilia, sino empeora», explicaban fuentes que pedían guardar el anonimato desde Rif. El núcleo duro del Estado ha podido neutralizar las protestas; sin embargo, el germen de la indignación popular sigue bien arraigada en Alhucemas en donde los índices de sanidad, educación y empleo son notablemente inferiores a los de ciudades vecinas como Tetuán o Tánger. Ni siquiera la economía paralela (Marruecos en el segundo exportador del mundo de hachís) ha servido para mejorar la economía de las familias rifeñas.