«Los países deben recordar su historia, pero nunca deben quedarse atrapados en ella». El presidente Sebastián Piñera buscó el equilibrio imposible a la hora de conmemorar los 45 años del episodio de marcó a Chile a sangre y fuego: el golpe de Estado contra Salvador Allende.

El tiempo pasa y las heridas no terminan de cerrarse en un país que volvió mostrar sus desacuerdos sobre lo ocurrido: una parte se movilizó, la otra, decidió permanecer en silencio. Piñera intentó hablarle a todos durante el austero acto que se realizó en el mismo Palacio de la Moneda que fue atacado por los aviones de la Fuerza Aérea antes de que Allende le dijera a los chilenos que más temprano que tarde caería sobre los conjurados la condena moral y que los procesos sociales no se detienen ni con el crimen ni con la fuerza. El actual presidente de derechas, pero contrario desde siempre al dictador Augusto Pinochet, dijo que este 11 de septiembre no tiene que servir «para profundizar en el odio, sino para sacar lecciones».

Piñera llamó a sus compatriotas «y muy especialmente a los que tienen responsabilidades especiales por ejercer cargos de elección popular» a no perder de vista «la gran misión y el gran desafío que tenemos por delante y a no dejarnos atrapar por las pequeñas divisiones o los pequeños rencores que tantas veces nos han desviado del camino».