Los movimientos MeToo y Woman March del 2017 en EEUU han demostrado un año después que no son protestas de un día, si no un terremoto que afecta a las estructuras tradicionales de poder (patriarcado). El 8-M fue global y masivo en el 2018, en el que España vivió su primera huelga general feminista. La reacción a la sentencia de La manada prueba que la revolución de las mujeres ha venido a quedarse. Es la gran oportunidad en unas sociedades zarandeadas por la crisis para resetear sus democracias menguantes.

La calle es importante; las movilizaciones tienen un doble efecto: crear un sentimiento de pertenencia en los que participan y asustar al poder. Es una batalla psicológica que en algún momento tiene que pasar a la acción, disputar al hombre el control de ese poder. Hay trabajo por delante: solo 13 de 193 países están dirigidos por mujeres.

Desde que el machista en jefe (Donald Trump) ganó las presidenciales de EEUU en el 2016, más de 30.000 mujeres se han inscrito en la Emily’s List, fundada en 1985 por Ellen Malcolm. Su objetivo es promover candidaturas de mujeres progresistas al Congreso y otras que ganen elecciones a gobernador, además de cargos locales. Aseguran que en estos últimos 33 años han participado en las victorias de 12 gobernadoras, 23 senadoras y 116 representantes.

Las elecciones legislativas de EEUU que se celebrarán el 6 de noviembre son una oportunidad para comprobar la fuerza política del movimiento de las mujeres. Y el de los estudiantes contra las armas de fuego, que trata de desenmascarar a los que cobran del lobi de las armas y promover candidatos que están a favor de poner límites a la venta.

El de las mujeres está siendo muy activo en las primarias de los dos partidos, un proceso del que saldrán sus candidatos oficiales para noviembre. Hay un récord de mujeres (40) inscritas en las primarias a gobernador (afectan a 36 Estados), 400 en la Cámara de Representantes y 50 para el Senado. Otro factor en las primarias demócratas es el aumento de la presencia del ala izquierda del partido. No se asusten, solo son partidarios de Bernie Sanders. El amigo de Putin es el otro.

Las gobernadurías podrían ser decisivas en las presidenciales del 2020 porque el gobernador tiene la potestad de modificar los distritos electorales. Los republicanos controlan 33 Estados, su récord desde hace 100 años. La batalla se centra este año en 16 Estados. El movimiento de los estudiantes puede ser decisivo en Florida, donde ocurrió la matanza de Parkland. Florida es uno de los estados más permisivos con las armas.

Según el Center for American Women and Politics, en EEUU solo hay siete mujeres en altos puestos del Gobierno. Y tres en un Tribunal Supremo compuesto por nueve personas. En la actual Cámara de Representantes, las mujeres ocupan un 19,3% de los escaños. De las 84 mujeres en esta cámara, que se renueva entera en noviembre, 61 son del Partido Demócrata. En el Senado hay 23 mujeres (23%). Tres senadoras demócratas tienen perfil presidenciable en dos años: Elisabeth Warren, Kamala Harris y Kristen Gillibrand.

Feminizar la política

En los gobiernos de la Unión Europea (UE) hay paridad en Francia y Holanda. En Suecia y Finlandia tienen más mujeres que hombres. A la cola están Eslovaquia, Hungría y Grecia. Los hombres dominan en todos los parlamentos de la UE. Hay casos escandalosos, como el de Hungría (8,8% de mujeres). El más igualitario sería el sueco: 44,7-55,3%. España ocupa el sexto puesto: 39,4% de mujeres. Pero si analizamos a los partidos políticos, suspendemos: los candidatos de los cuatro principales formaciones en las ultimas elecciones eran hombres, una anomalía en la UE.

Para cambiar las mentalidades es necesario tender a la paridad (como mínimo) en los centros de decisión, que es donde se fabrican las leyes y se diseñan las estrategias. Además de la brecha salarial, hay múltiples productores de machismo. Según el eurobarómetro, el 44% de los europeos cree que el papel principal de la mujeres es cuidar a la familia. El 43% sostiene que es el hombre el que tiene que ganar el dinero. Son resultados que nada tienen que ver con la realidad de miles de mujeres que suman los dos papeles. No basta con situar a una mujer en el cúspide para poder para feminizar la política. Lo que suele ocurrir es que esa mujer se masculiniza (Thatcher), adopta roles del orden y mando. La gran revolución sería cambiar los códigos del poder, pasar del oráculo del jefe de la tribu a las decisiones consensuadas. ¿No consistía en eso la democracia, el gobierno del pueblo?