La cancillera Angela Merkel volvió ayer a ganar las elecciones alemanas, pero la victoria fue especialmente amarga. Esperando el cómodo triunfo que le habían pronosticado todos los sondeos, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) se quedó en tan solo el 33,2% de los votos, el peor resultado del partido desde 1949. El resultado da paso a una situación complicada. «Tenemos un mandato para formar Gobierno y no se puede formar contra nosotros», aseguró una Merkel con gesto serio.

Mientras los cientos de seguidores reunidos en la histórica Konrad-Adenauer-Haus de Berlín contenían el aliento frente a los malos resultados obtenidos, en la sede de Alternativa para Alemania (AfD) el ambiente era diametralmente opuesto. Sonrisas, cánticos patrióticos y un mensaje claro: la ultraderecha ha vuelto a Alemania para quedarse. La euforia tiene motivos. Con el 13,2% de los votos, esta formación nacida hace tan solo cuatro años irrumpe en el Parlamento con el mejor resultado obtenido por un nuevo partido en la era de posguerra.

No menos importante, la llegada de AfD supone el regreso de la ultraderecha al Parlamento federal desde 1960. A pesar de que todas las encuestas ya apuntaban a un declive de un Partido Socialdemócrata (SPD) que agoniza y retrocede paulatinamente desde el 2005, el golpe ha sido mayor de lo esperado. Ni los más pesimistas podían prever un tropiezo tan sonoro. Con un paupérrimo 20% de los votos, el expresidente del Parlamento Europeo Martin Schulz no solo no ha sabido impulsar a la formación roja más longeva de Europa sino que la ha llevado a los peores resultados de su historia. «Hemos perdido esta oportunidad», lamentó.

HARTAZGO / Como se ha visto a lo largo de la campaña electoral, el batacazo de la CDU y el SPD confirma el creciente hartazgo ciudadano con los dos principales partidos políticos del país. Después de haber gobernado de la mano en ocho de los 12 años de hegemonía de Merkel, cada vez más alemanes ven como alarmante la similitud de opiniones entre dos partidos que habían sido antagónicos. «Queremos recuperar a los votantes que han ido a AfD», aseguró la cancillera en un ejercicio de autocrítica. En julio, las encuestas daban hasta un 40% de los votos a su partido. Ese hartazgo también se ha traducido en un mayor impulso de los partidos minoritarios. Además de la mayúscula irrupción de AfD, los liberales (FDP) vuelven al Parlamento alemán tras cuatro años fuera al obtener el 10,6% de los votos, mejorando en 5,8 puntos los resultados del 2013.

Por su parte, el partido de la izquierda Die Linke aumentó ligeramente sus cifras y obtuvo el 9% de los votos. Y, sorprendentemente, los Verdes esquivaron su momento de indefinición mejorando también su resultado y situándose como sexta fuerza, con el 8,9%.

FIN DEL OASIS / Con estos resultados, se certifica el creciente descontento del país con Merkel y el hecho de que Alemania deja de ser el oasis político de la Unión Europea, título que muchos le habían atribuido por su capacidad de generar consensos para gobernar. Poco después de conocerse los resultados, Schulz aseguró que el SPD no reeditará la Gran Coalición con Merkel y volverá a la oposición.

Esta declaración de intenciones deja a la CDU en una posición tan compleja como no deseada. Con el paso atrás socialdemócrata, a Merkel le quedan dos opciones. La primera sería intentar formar un Gobierno nunca visto, una coalición con los liberales y los Verdes. Para llegar a este tripartito, conocido como Jamaica por los colores de su bandera, hará falta limar muchas de las diferencias que existen entre los proempresa y los ecosocialistas.

REPETIR ELECCIONES / Ante la imposibilidad de formar ese Gobierno, la otra vía pasaría por repetir elecciones en busca de un nuevo consenso. Este cambio de rumbo también tiene una lectura europea. Como ya se ha visto por toda la eurozona, crecen las voces de protesta contra un sistema cada vez más desigual a la vez que se castiga con dureza al bipartidismo. La CDU de Merkel sigue siendo la fuerza hegemónica del país, pero la aparición de AfD en el mapa alemán ilustra también un creciente descontento con Bruselas. Por otro lado, se ha especulado con que una posible coalición con los liberales podría suponer el adiós de Wolfgang Schäuble, padre de la ortodoxia fiscal, como ministro de Finanzas de la mayor potencia económica del continente.