Donald Trump presentó ayer su esperado plan para remozar las infraestructuras de Estados Unidos, una empresa largamente aplazada pese al estado lamentable en el que se encuentran muchas de las obras públicas del país más rico del planeta. La iniciativa pretende reconstruir y modernizar puentes, carreteras, aeropuertos, sistemas de agua y ferrocarriles, y extender la conexión a internet con banda ancha a las zonas rurales. Pero no será un gran programa de obras públicas como el que se puso en marcha los años del New Deal. Los fondos del Gobierno federal serán relativamente modestos y su finalidad consistirá en incentivar a estados, municipios y empresas privadas para que se hagan con el grueso de la factura.

«Vamos a modernizar nuestras infraestructuras. Siempre fuimos los líderes en esta materia, pero hace tiempo que nos hemos quedado atrás», dijo el presidente al presentar el plan en la Casa Blanca. La iniciativa prevé una partida de 200.000 millones de dólares (algo más de 160.000 millones de euros) en subsidios federales, una aportación que la Casa Blanca espera que se traduzca en obras públicas por un valor adicional de 1.3 billones de dólares, una cifra similar al PIB de España. Tal y como se ha concebido, municipios, estados y empresas deberían financiar un mínimo del 80% del coste los proyectos que se construyan, un modelo que a ojos de sus detractores podría provocar la subida de los impuestos locales y estatales: un incremento en las tarifas de servicios esenciales y nuevos peajes.

ACELERAR OBRAS / El plan del presidente pretende también acelerar los trámites para aprobar obras, que actualmente pueden demorarse hasta 10 años, una medida en consonancia con su política para reducir regulaciones en todo ámbito económico.

El rejuvenecimiento de las infraestructuras fue una de las principales promesas de Trump en campaña. Ese respaldo teórico aconsejaba abordar el tema nada más iniciar el mandato, pero el presidente prefirió centrarse inicialmente en revocar la reforma sanitaria de su predecesor (fracasó) y reformar la fiscalidad bajando los impuestos (tuvo éxito). Ahora lo va a tener más difícil porque la prioridad en Washington pasa por resolver la situación de los dreamers, los inmigrantes indocumentados que llegaron a EEUU siendo unos niños.

«Fue un error gastarnos siete billones de dólares en Oriente Próximo. Ahora que queremos reconstruir carreteras y puentes nos lo ponen difícil. Es una locura», dijo Trump.

Su Administración dedicará la próxima semana a promover el plan alrededor del país, lo que podría servir al presidente de válvula de escape tras los últimos sobresaltos que han sacudido la Casa Blanca: dos de sus principales asesores dimitidos tras ser acusados por sus exparejas de violencia doméstica.