Sarmada pide perdón, a través de sus redes sociales, a toda la gente a la que, durante su vida, le haya podido hacer algo malo. Sarmada es profesora de escuela y tiene veintitantos años. Lleva sufriendo siete años de guerra en Siria, pero nunca, dice, había visto nada así.

Sarmada vive en Kafr Batna, un pueblo dentro de la región de Guta: desde el pasado domingo, en siete días, cientos de bombas del régimen de Bashar el Asad y su aliado, Rusia, han estado cayendo aquí a diario. «Llevo siete días viendo la muerte de gente inocente constantemente», dice Sarmada, que pide perdón. ¿Cómo debe ser? Despedirse pensando que dentro de 10 minutos, 30 minutos, una hora, tres horas, esta noche, va a caer una bomba que te va a matar. Pensar cuándo va a caer pero saber que caerá. Contar minutos.

Desde el 1 de enero, Asad y Rusia están llevando a cabo una ofensiva aérea a gran escala para tomar los dos últimos grandes bastiones en manos de los rebeldes en Siria: Guta este -en la provincia de Damasco- y la región de Idleb. Los ataques en Idleb han causado un nuevo éxodo de 250.000 personas. De Guta, en cambio, cerrada y sitiada desde el 2013 y ahora rodeada por los soldados de Asad, nadie puede escapar.

Y los números y los muertos, aquí, no se suman, se multiplican: 1.200 desde el 1 de enero, 500 desde domingo pasado -de los que 120 son niños-, 29 este sábado. Son todo cifras provisionales. «Podrían ser muchos más. No los podemos contar todos porque los aviones bombarderos siguen volando sobre Guta. No tenemos tiempo», ha explicado este sábado Siraj Mahmoud, portavoz de las fuerzas de rescate de dentro de la región.

En estos siete últimos días de bombardeos los heridos son 2.000. Todos los hospitales de Guta han sido bombardeados. Solo algunos pocos están operativos. Médicos Sin Fronteras (MSF) dice que no tiene ni material ni infraestructuras para tratarlos: muchos heridos también acaban muriendo.

Rusia y Asad lo niegan todo. Aseguran que ellos solo atacan posiciones de Hayat Tahrir al Sham -filial de Al Qaeda en Siria-; que todo es una campaña de difamación contra ellos y que, si algunos civiles están muriendo, es porque Al Qaeda los usa como escudos humanos. Pero los habitantes de Guta no están de acuerdo: explican que los aviones y helicópteros de Damasco lo bombardean todo. Las calles de Guta, durante esta semana, se han vaciado. Nadie se atreve a salir de los sótanos de sus casas.

Alto el fuego en Nueva York

Para intentar parar la situación, este sábado, se supone, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe votar un alto el fuego de 30 días. Con él se quiere aminorar el sufrimiento de la población, permitir la entrada en Guta de alimentos y medicinas y que se evacúen los heridos.

Se supone: el texto de la resolución ya se votó el jueves, y Rusia, con poder de veto en la ONU, lo desestimó. Ese texto ordenaba un alto el fuego inmediato. «Eso no es realista», dijo el embajador ruso en la ONU, Vasili Nebenzia.

Rusia, entonces, propuso una resolución alternativa, más diluida y menos exigente: esta no ordena el alto el fuego inmediato sino que lo demanda, y lo demanda no inmediatamente sino para «lo antes posible». Las negociaciones, en Nueva York, están en marcha, y la votación debe tener lugar este sábado por la tarde.

Aunque el texto acabe aprobándose el futuro de Guta no está claro. La resolución no contempla una tregua ni con el Estado Islámico ni con Hayat Tahrir al Sham. Lo único que hacen Rusia y Asad en Guta, dicen ellos mismos, es atacar a este último grupo.