Los miles estudiantes acampados en una arteria principal hongkonesa se abastecen de víveres y material para repeler un desalojo policial en un conflicto cuya solución se antoja lejana. Hasta los seis carriles de Gloucester Road, que une los barrios de Admiralty, sede del gobierno local, y Central, el distrito financiero, llegan decenas de cajas que los estudiantes distribuyen con orden germánico. La actividad sugiere una larga ocupación después de que el paso de los días solo haya ensanchado la brecha entre los líderes de las protestas y el jefe ejecutivo de Hong Kong, CY Leung.

Los primeros han sumado a su petición inicial de un sufragio universal sin la influencia de Pekín la de la dimisión inmediata de Leung, mientras este ha exigido el final de las protestas aunque ha insinuado que el conflicto no se resolverá rápidamente. Leung ha repetido que las protestas no conseguirán que Pekín permita el sufragio universal demandado. Los representantes de Occupy Central, la plataforma civil que aglutina las protestas, han advertido que elevarán la campaña de desobediencia civil si mañana no reciben una respuesta a sus demandas, aunque no han aclarado en qué consistirán.

Leung es percibido como un títere de Pekín carente de las más mínimas aptitudes para reconducir la situación hacia un final dialogado. “Nosotros no utilizamos la violencia sino el amor. Ningún hongkonés podía imaginarse que vería a policías pegando a adolescentes”, señala Steven Chiu, de 47 años.

NOCHE PLÁCIDA

La afluencia de este martes al campamento principal se ha reducido con respecto a otros días, aunque se espera que los trabajadores se sumen tras su jornada laboral. Las horas se entienden como una transición hacia las grandes concentraciones previstas para mañana, Día Nacional de China. Las autoridades isleñas ya han cancelado el tradicional lanzamiento de cohetes, que se entendería como una provocación.

Después de los violentos enfrentamientos con la policía que escandalizaron a la población local durante el fin de semana, Leung ordenó a los agentes que se retirasen para aliviar la tensión. La noche del lunes transcurrió plácida, sin las carreras de jornadas pasadas. Algunos jóvenes han dormido sobre el pavimento mientras otros cantaban eslóganes contra el Gobierno y la policía de Hong Kong, principales señalados por la crisis. “No sé si Pekín cambiará de opinión, pero insistiremos. Los jóvenes tenemos una responsabilidad moral con el destino de Hong Kong”, señala Wendy Chow, estudiante de Derecho de 20 años.