Menos de dos meses después de su victoria electoral, y con una aceptación superior al 40%, el presidente argentino, Mauricio Macri, enfrenta en la calle y el Congreso una tormenta política que lo obliga a detener su marcha forzada hacia una economía neoliberal. La reforma del sistema de pensiones debía ser aprobada el jueves en la Cámara de Diputados, pero la sesión tuvo que ser levantada por insultos y agresiones entre los propios parlamentarios, en una jornada con gases lacrimógenos en las calles, vehículos con chorros de agua que escupieron a diestra y siniestra, piedrazos y legisladores y fotógrafos heridos por balas de goma de las fuerzas de seguridad.

Las imágenes hicieron recordar a otro diciembre negro, el de 2011. Las diferencias son importantes: 16 años atrás el presidente Fernando de la Rúa debió abandonar el Gobierno después de que los argentinos protestaran por la implantación del corralito bancario. La represión causó 33 muertos. En las últimas horas se registraron 41 detenidos. Lo que une a los dos diciembres tiene que ver con la economía. De la Rúa se subió a un helicóptero porque no pudo reducir un 13% las pensiones y los salarios para enfrentar los pagos de la deuda externa sin devaluar. El actual Gobierno de la coalición de centro derecha Cambiemos devaluó un 40% apenas llegó al poder, hace dos años. Pero se ha endeudado a pasos agigantados y ya no se encuentra en condiciones de financiar el gasto público sin fuerte ajuste. La reforma provisional, con rebajas del mismo 13% que De la Rúa quiso implementar ha sido rechazada por el sindicalismo, la Iglesia Católica, la izquierda y el kirchnerismo.